lunes, 12 de febrero de 2018
NO QUIERO VER
jueves, 8 de febrero de 2018
APRENDIZ DE ANGEL
**-¿Sabes que estas criaturas tienen adheridas a su esencia, una extensa variedad de vidas animales? Mas casi todas ellas resultan inútiles y hasta contraproducentes a nuestros propósitos, mi Señor… A nosotros nos interesa que su rango de acceso prioritario sea apenas entre el felino y el perro que llevan dentro.
*-¿De que hablas anciano demente?
**-Para que tú, como gobernante y yo como la voz de tu conciencia tengamos larga vida, a estas criaturas debemos limitar su naturaleza totémica a perro y gato; neurótico y psicópata; el lleno de culpas y remordimientos… y el inescrupuloso. A ambos los haremos relevantes si ponemos en sus manos lo que llamaremos religión. Con ello te convertiré de Rey a Dios; y yo seré el intermediario entre ellos y tu divinidad… Yo seré el Guardián de la fe.
*-El perro y el gato... El lleno de culpas y el inescrupuloso… Tiene sentido. Dime ¿Y nosotros dos, qué sitial ocupamos en ese rango? ¿Somos perro o somos gato?
*-Mi Señor, nosotros no nos metamos en ese saco. Tú y yo, desde ahora, somos divinos… ¡Je-je-jeeeeeee…!
miércoles, 31 de enero de 2018
ES ROCA EL DRUIDA
Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía
Cap 10 del libro "Delirios del Lirio"
(Derechos de autor, protegidos)
Caseríos, aldeas y ciudades enteras eran arrasadas a su paso.
Se decía que por donde hubieron transitado sus huestes, no quedaba ladrillo
sobre ladrillo, ni roca sobre roca. Él mismo se hacía llamar “EL LÁTIGO DE
LUCIFER”. Quien se cruzara en su camino era despojado de todos sus bienes,
incluyendo la vida.
Miles y miles de enormes bestias enfundadas en pieles de
animales de las que colgaban cráneos y demás fragmentos óseos de sus víctimas,
exhibiéndolos como trofeos, recorrían el mundo sin un norte fijo. Claros eran
los objetivos que los motivaba: saquear, destruir, violar, exterminar cualquier
tipo de vida que no fuera la de ellos mismos.
Encaramados en terroríficas cabalgaduras bípedas con cabeza
de reptil y larguísimas patas rematadas en cascos que sacaban chispas al
friccionar el suelo que pisoteaban, iban de aquí para allá cual portadores de
destrucción y muerte. Cuando aparecían en el horizonte, seguidos de la
polvareda concentrada con el humo proveniente de las antorchas que portaban
como preludio del holocausto, el cielo se enlutaba y en contraste, la tétrica
luz del fuego que transportaban en sus manazas se tornaba más penetrante. Todo
hombre, animal o bestia que hubiese visto ese dantesco espectáculo,
difícilmente conservaba su existencia para describirlo. Singularmente, la vida
de los dementes era respetada por estos seres siniestros. EL LÁTIGO DE LUCIFER
estaba persuadido de que los locos eran los enviados directos del “SEÑOR DE LOS
CIELOS”… y él no quería verse involucrado en el conflicto que arriba libraban,
su amo, el mismísimo Demonio, con las fuerzas celestiales. Al menos poseía la
cordura de saberse un destructor terrenal, verdugo de humanos, sayón de
mortales… el terror del mundo… pero terrenal al fin…
La primera vez que me enfrente a él y sus huestes, venían del
sur. Se detuvieron a unos trescientos metros de mi aldea; desde nuestras
casuchas vimos cómo sin descender de sus cabalgaduras, se atiborraban de
bebidas embriagantes mientras excitaban con cánticos a su líder. Se sabían
dueños de la situación, eufóricos al alimentar nuestra angustia con la espera
pues ellos no tenían prisa por regar su mensaje de muerte.
Empuñé mi cayado y muy decidido fui a su encuentro. Estaba a
unos metros de EL LÁTIGO DE LUCIFER cuando este me vio y acto seguido,
interrumpió su desenfrenado brindis. Desde lo alto de su cabalgadura arrojó el
cráneo que le servía de jarro para libar y lo estrelló contra el empedrado. Me
miró fijamente, levantó el dedo índice por encima mío señalando mi aldea, mientras
que con su vozarrón pronunciaba palabras inentendibles, una especie de dialecto
que en mi largo trajinar por el mundo jamás había oído. De inmediato, su
General BELCEBAAL, el más leal y sanguinario de sus chacales, puso en marcha a
la horda y enrumbaron en tropel hacia mi poblado, pasando por mis costados,
pero teniendo la precaución de no rozarme siquiera. Al mirar hacia atrás, pude
ver cómo mi gente, despavorida, intentaba inútilmente huir de su irremediable
destino. Lleno de impotencia caí de rodillas y sólo atiné a observar tamaña
carnicería ¿Qué otra cosa podía hacer?
Culminado su cometido, el ejército de bestias retornó con el
producto del saqueo: joyas, monedas, telas, pieles, comida y vino; retornaron a
sus posiciones, a las espaldas de su líder, EL LÁTIGO DE LUCIFER. Este se
dirigió a mí con un lenguaje que yo pude entender:
-Agradece a tu Dios que sigues vivo, él sabrá por qué te
concibió demente y te envió aquí. No soy quien para derramar tu sangre- Dio
media vuelta y se fue seguido de su infernal ejército. En ese momento advertí
el calor del viento a medida que el fuego iba consumiendo aquella que alguna
vez fue mi aldea. Bajé la cabeza, vencido, apesadumbrado… entre mis pies había
tres plumas blancas.
Durante mucho tiempo caminé sin cesar en sentido contrario a
la dirección escogida por EL LÁTIGO DE LUCIFER. Me detuve de modo brusco cuando
ante mí apareció un oasis. En ese paraíso imprevisto se hallaba una niña;
estaba sola y parecía desdichada, con sólo mirarla a los ojos, se podía
descubrir la tristeza de su alma. Tenía el cabello desordenado y teñido de
diversos colores. Me vio llegar y sin inmutarse continuó jugando con una ramita
que introducía en las aguas diáfanas del manantial; la humedecía y luego la
llevaba a su boca sorbiendo las gotitas que conseguía juntar. A pesar de estar
extasiado con la visión esplendorosa de esa niña ingrávida, atendí la urgencia
que reclamaba mi sed; junté mis manos haciendo un cuenco y sin dejar de mirarla
tomé unos tragos del líquido elemento. Mientras bebía, con un murmullo dócil me
dijo:
-Eres un druida, eres sabio…
por ello llevas el miedo y la duda sobre tus hombros. Si ya saciaste tu
sed, tenemos que ponernos en camino, debemos cumplir lo que escrito está, aun
cuando nos falte la capacidad para descifrarlo. ÉL nos lo develará cuando sea
el momento.
Se puso de pie y vino hacia mí, tomó mi mano, me ayudó a
incorporarme y nos pusimos a caminar a la deriva, guiados por la brisa o quizá
por el destino mismo que nos transportaba sin pedirnos autorización, nunca lo
hace, el destino se presenta y te conduce y tú no debes resistirte pues, tal
como dijo la niña, escrito está...
-Scriptum est- le dije y ella sonrió.
Al cabo de siete días de agotadora caminata, ambos en
completo mutismo, llegamos a las inmediaciones de una ciudadela.
-Nunca esperes nada de nadie, así no sufrirás decepciones.
Ama, pero sin condiciones, no esperes que te devuelvan amor- Dijo sin más. No
comprendí qué intentaba decirme y me quedé en silencio.
Nos internamos en la ciudadela en busca de alguna posada o
taberna donde nos pudieran facilitar algo de comer y beber. Mi cayado y mi
aspecto me manifestaban como druida, así es que no fue difícil procurarnos un
trozo de pan caliente, algo de vino y un lugar bajo techo donde guarecernos.
Saciado nuestro apetito, nos recostamos en un rincón. Tratando de abrigarla con
la tibieza de mi cuerpo, la arrimé a mi pecho y la envolví con mis brazos;
gracias al calor que mutuamente nos proporcionábamos, nos tardamos en
dormirnos. En mi viaje onírico, la niña y yo estábamos sentados pero
suspendidos en el aire; ella me decía:
-Juntos construimos una gran torre que ordenará el curso de
los vientos. Seremos un uno, indivisibles… eso pude descifrar del extenso libro
de nuestra vida.
De pronto, el estado de onírica levitación, se vio
interrumpido por gritos de auxilio y alaridos amenazadores que provenían del
mundo real. Me desperté asustado, y con sumo cuidado para no interrumpir su
sueño, ubiqué a la niña a un lado. Por una ventanilla penetraba una luz rojiza,
también olor a chamuscado junto a una humareda negra y espesa. Cuando alcancé a
mirar el exterior, un vaho ardiente azotó mi cuerpo. Afuera todo estaba en
llamas. Me puse en alerta, semejante infierno no podía haber sido desatado sino
por las huestes de EL LÁTIGO DE LUCIFER. En medio de mis cavilaciones, entró al
lugar donde nos encontrábamos, el mismísimo BELCEBAAL, quien poniendo la
ensangrentada punta de su espada en mi garganta me dijo:
- ¡Apártate de mi camino, viejo orate u olvidaré que tengo
orden de no tocar a los dementes como tú! - Su mirada se había posado en la
niña.
- ¡No te atrevas a tocarla, criatura del demonio, es un
ángel!- Exclamé desafiante. Al oír mis gritos, la bestia contenida en esa
descomunal corpulencia se encolerizó, levantó su espada y la descargó sobre mí
con tanta violencia que me quebró la clavícula izquierda. El impacto me
derribó. La herida era profunda, una hemorragia incontrolable brotaba de ella.
BELCEBAAL, despreocupándose de mí, se dirigió hacia la niña
que estaba acurrucada contra la pared, presa del pánico. El maldito, con un
certero y único tajo, cortó sus ropas, cayendo estas al piso y dejándola
expuesta en su desnudez. Se la echó al hombro dispuesto a llevársela como si
fuera un trofeo-botín. Justo en ese instante apareció en la entrada, espada en
mano, EL LÁTIGO DE LUCIFER. Me echó una ojeada, y dirigiéndose a BELCEBAAL
dijo:
-¿Te atreviste a tocar al druida? ¿Desobedeciste mis órdenes?
¡Suelta a la niña, ella no es para ti!
Sin ánimo de renunciar a su trofeo, BELCEBAAL protestó:
-El trato fue que lo que yo encontrará sería para mí ¡Y la
niña será mía, aunque para ello tenga que desparramar tus tripas por todo este
cuartucho! - refutó BELCEBAAL, que no estaba dispuesto a renunciar a su trofeo.
EL LÁTIGO DE LUCIFER, le asestó tan tremenda estocada que le
atravesó el abdomen de lado a lado. Con mucha delicadeza y ternura, cargó en
sus brazos a la niña y dando la espalda al moribundo BELCEBAAL, dijo en un
soliloquio monótono:
-Años llevo recorriendo cada metro de este mundo polvoriento,
regando odio, destrucción y muerte. Deseo amar, lo percibo… Tú eres el amor-
acarició con devoción los cabellos de la niña, ocasión que aprovechó el “leal”
BELCEBAAL para, en un último esfuerzo, hundir su espada en el dorso de EL
LÁTIGO DE LUCIFER hasta tocar su pulmón e hiriendo mortalmente su corazón. El
hombre-bestia que aterrorizara al mundo entero en nombre de los demonios del
averno, cayó gradualmente de rodillas, depositó con delicadeza a la niña en el
piso y se desplomó de bruces.
La niña, llorando, se acercó a rastras al cadáver de su
salvador y besó su nuca. En ese instante, ambos cadáveres iniciaron el proceso
de desintegración hasta quedar convertidos en arena.
La niña vino hacia mí, vendó mi hombro con jirones de lo que
quedaba de sus vestidos. Cuando salimos del habitáculo, no había otra cosa que
un desierto infinito.
–Vamos, debemos seguir viviendo lo que escrito está- dijo, rompiendo el silencio.
Dos plumas blancas se depositaron en medio de ellos…
jueves, 25 de enero de 2018
BIENVENIDA A LA COFRADÍA
Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía
Cap 9 del libro "Delirios del Lirio"
(Derechos de autor, protegidos)
El anciano alquimista llevaba días sin salir de la
“guarida-santuario” que le servía de laboratorio. Era un sabio cuyo
conocimiento abarcaba innumerables ciencias y artes. Además de alquimista era
arquitecto, escultor, astrólogo, astrónomo, médico y sobre todo, un inventor de
sueños. Era, causalmente, el proceso de convertir en realidad uno de esos
sueños lo que lo mantenía absorto y obsesionado, tanto que ni siquiera
malgastaba el tiempo en dormir, alimentarse o re-hidratarse y sin embargo sus
capacidades físicas y mentales no parecían mermar. Trabajaba sin cesar,
poniendo entusiasmo y energía.
Sobre una gran mesa se hallaba un coloso de arcilla que él,
con sus propias manos, había ido moldeando y dando forma como lo había hecho
con otros tantos seres de barro a los que con ciertos artificios dotó de
vida…vida vacía, vida carente de sensibilidad, dejándolos luego en libertad
para que vagaran por el mundo como testimonio de su magia y poder.
Pero este coloso sería diferente. Quería hacerlo pensante,
quería darle un cerebro que por básico que fuera, le sirviera para procesar
algunos conceptos. Del mismo modo, tenía pensado diseñarle un corazón en el
cual instalarle emociones. En ese propósito radicaba su insistente dedicación.
El cerebro, prácticamente lo tenía listo. Construyó una esferita de cristal de
unos doce centímetros de diámetro y dentro de ella condensó una replica de
varias de sus propias experiencias, visiones y recuerdos, valiéndose de un
enmarañado conjunto de diminutos procesadores, cables y receptores que
minuciosamente iba conectando a una red más extensa distribuida a lo largo del grandioso cuerpo de arcilla. Ambicionaba
que su criatura tuviera la capacidad de enviar órdenes desde su precario
cerebro hasta las partes más distantes de su anatomía y bilateralmente, captar
información desde cualquier célula de sus órganos hacia el cerebro.
El dolor físico, lejos de ser un castigo, es un mecanismo de
protección y defensa que tiene como finalidad advertirnos que algo nos está
dañando. Esto lo tenía muy claro el sabio alquimista ya que sus anteriores
criaturas, carentes de esta sensibilidad, generalmente acababan
auto-destruyéndose, lo que representaba materia prima y tiempo-trabajo
desperdiciados.
Yo, desde mi posición de simple asistente y espectador, me
limitaba a alcanzarle una que otra herramienta, secar de vez en cuando el sudor
de su frente y observarlo con la devoción y éxtasis que provoca ver a un
creador en el arduo afán de fabricar un sueño. Siendo también yo un soñador,
podía entender y comprender su afanosa urgencia por lo onírico.
Recuerdo que en alguna de mis anteriores vidas conocí, me
enamoré y con el correr del tiempo, amé intensamente a una linda niña
escarabajo pero por esas encrucijadas a las que nos enfrentamos por obra del
destino, la perdí y desde entonces renací cientos de vidas. En cada una la
buscaba, anhelando hallarla para volver a adorarla. Hoy siento que esta
existencia se me está acabando y sigo sin encontrarla. Estoy viejo, agotado,
casi no puedo caminar mas eso no me privará de seguir soñando con ella, aún
despierto… o mayormente despierto.
Pero volvamos al alquimista. Llegado el momento de comprobar
el funcionamiento del cerebro instalado en el coloso de arcilla, los resultados
se vieron coronados por el éxito. La criatura tenía iniciativas propias y cada
milímetro de su cuerpo era sensible a los estímulos externos pero faltaba
dotarle de sentimientos. Para subsanar esta falencia, el sabio diseñó un complicado fuelle para que,
en reemplazo de su corazón, bombeara sangre en un circuito interminable por
todo el organismo del coloso. Esto sí que fue un magnífico logro de la
ingeniería mecánica y también un fracaso rotundo pues no consiguió su
propósito: proveerle de emociones. Como corolario de esta frustración, el sabio
alquimista quedó sumido en una profunda depresión acompañada de un mutismo
que cada tanto rompía para decir:
-Sólo un corazón humano es capaz de albergar emociones y
sentimientos pero ¿Dónde hallar uno?
Pasaron varias semanas de verlo cabizbajo y desilusionado,
consumiéndose en su desesperanza. Un día me le acerqué, me arrodillé ante él y
lo abracé.
-Yo tengo el corazón que necesitas para tu hombre de arcilla-
Le dije mientras acariciaba su canosa cabellera.
-¿Dónde está?- Exclamó
el sabio alquimista poniéndose de pie de un brinco.
-Lo tengo aquí, en mi pecho. Te doy mi corazón para que lo
pongas a tu coloso de arcilla. Colócame el fuelle a mí, si al fin y al cabo no
tengo a quien amar y mis emociones sólo sirven para mortificarme.
-¡Te has vuelto loco! Sería como arrancarte la humanidad, no
puedo hacer eso…
-Ya no lo necesito, Maestro. Mi vida se redujo a alcanzarte
las herramientas, secar el sudor de tu frente y mirar cómo fabricas sueños.
Finalmente lo convencí y el sabio alquimista extrajo mi
corazón para colocárselo al coloso de barro y me puso a mí el embarazoso fuelle
para que bombeara sangre a mis venas y arterias. Ello me liberó de la pena por
el amor perdido de aquella preciosa niña escarabajo que conocí en una de mis
primeras vidas.
Cuando miré a los ojos al coloso de arcilla, reparé en la
inmensa melancolía que llevaba dentro de sí. El sabio alquimista me había
ordenado llevarlo a la puerta, mostrarle el mundo y dejarlo en libertad para
que en su peregrinar diera testimonio de que el gran fabricante de sueños
continuaba vigente. Y así lo hice. Cerré la puerta tras el coloso de arcilla y regresé a mi
tarea de alcanzarle herramientas y secarle el sudor de la frente al sabio
alquimista.
Al cabo de unos días me vi en la necesidad de ir por
alimentos; sentado a la vera de la entrada hallé al coloso de arcilla con la
misma mirada melancólica que tenía cuando lo despedí.
-¿Por qué no has ido a
recorrer el mundo?- le pregunté.
-Porque extraño a una preciosa niña escarabajo que no
recuerdo cuándo conocí y amé y sin embargo, no hago otra cosa que pensar en
ella.
“Amar es una condena pues el amor siempre va acompañado de
sufrimiento. Si no amas, no conocerás la felicidad… pero tampoco sufrirás”
Pensé mientras observaba su rostro apagado.
-Coloso, tú eres fuerte y tus pasos son largos. Si tanto la
extrañas, deberías ponerte en camino e ir en su búsqueda. Esa preciosa niña
escarabajo de la que me hablas, debe estar en algún lugar…acaso esperándote.
-Lo haré, sí, la buscaré, la encontraré… y la traeré para ti.
A mi regreso quiero que me devuelvas el fuelle y yo te restituiré tu corazón-
Dicho esto, el coloso de arcilla se puso de pie y se fue con su mustia
tristeza, camino hacia el horizonte. En el lugar donde estuvo sentado, a la
vera de la entrada, quedaron tres plumas blancas que el viento se llevó a su
paso como jugueteando con algún recuerdo.
Cuando volví con los alimentos hallé al sabio alquimista muy
entusiasmado.
-¿Sabes que he pensado crear una preciosa niña con cabeza de
escarabajo para que nunca nadie se enamore de ella?
Seguí alcanzándole las
herramientas y secando el sudor de la frente mientras observaba cómo iba dando forma a su nuevo sueño…
miércoles, 10 de enero de 2018
SENDERO ENTRE VOCES MUDAS
No importa si estás al otro extremo… tú siempre estás. La
lejanía es apenas un detalle; las puertas siempre se hallan abiertas aguardando
nuestra sincera desnudez. Mis dedos siempre alcanzan los tuyos, y tomados de la
mano, siempre es posible retozar entre aquel fantástico jardincito que llenamos
de flores, árboles y frutos, pintados a mano con las temperas que fluyen de
nuestra sinrazón.
Cómo obviar oír tu voz si mi norte lo vas indicando tú, si
aquel delirante farol que esgrimes en tu diestra es el que sopla las velas de
mi navío extraviado y ciego.
Si no puedo esquivar las piedras, tú las convertirás en risas pues mi ángel involuntario eres.
El Artista mayor te envió…
jueves, 4 de enero de 2018
MORADA PARA LOS INSTINTOS
Probó todos los pecados del mundo. Amó y también degustó de los sabores de la piel, pues debía ser hombre y a la vez, hijo de las estrellas.
Esparció el conocimiento entre “Los Normales”, los hizo pensantes y desató sus mentes cuando obsequió al mundo el libre albedrio.
El Dios verdadero no te quiere “Esclavo adorador”, lo que Él
desea, es tu plenitud.
Los celos de los farsantes lo tergiversaron a Demonio, lo
difamaron, y lo confinaron eternamente a las entrañas del subsuelo.
…Pero el fin de los tiempos esta “al doblar la esquina”; y
entonces, Él emergerá de las entrañas del inframundo. Y todos veremos el brillo
de sus escamas; sus ojos insectoides; sus garras reivindicatorias… y sus
mandíbulas ostentando el furor de sus mordidas.
¡Que tiemblen y huyan los que se autoproclamaron guardianes
de la fe!
¡Que oculten sus cabezas los Reyes, Gobernantes y Tiranos!
¡Los candados han caído; los goznes fueron forzados y las
cadenas ya ni recuerdo son!
La luz del farol agrega brillos macabros a esa mancha roja
que cubre el empedrado; y sobre ello se edificará el NUEVO ORDEN… libre de
pecado…
Con hombres libres de cuerpo y pensamiento.
(Libro de los
lamentos, XIII-XLII.)
jueves, 28 de diciembre de 2017
RELATO TRES VECES ERMITAÑO
Luego de que la serpiente que andaba en dos patas
desobedeciera a los Señores de las estrellas y regalara a “los negados” la
capacidad para dibujar con su rostro una cruz, al expresar el “no” con un
movimiento en horizontal, y el “sí” con un movimiento en vertical… El libre
albedrio en su esencia, dio origen a todas las inteligencias.
Fue por aquellos tiempos en que Mauro -aquel viejo que de lo
encorvado que era semejaba a un signo de interrogación- este solía viajar a su
aldea natal. Siempre con un terno de segunda mano, de varias tallas más grandes
de la que a él le correspondía, y con el gran atado de fuegos artificiales bajo
el brazo. Según decía; allá en su pueblo escalaba la montaña más alta y desde
allí petardeaba al cielo, buscando joder a los Dioses para que le hicieran
milagros a cambio de dejarlos dormir tranquilamente la siesta.
Quizás él trajo la primera plaga. El hecho es que de pronto,
todos los habitantes de Villa Tribulación empezaron a mostrar enrojecimiento e
hinchazón en los parpados; y a las horas, todos tenían los ojos irradiando una
luz amarillenta, cual si fuesen linternas para neblina. Además nadie quería
hablar, pues por la boca expelían un vaho denso cargado de fuerte olor a
azufre. Inexplicablemente, así como se iniciaron, así terminaron estos
acontecimientos; y a los pocos días todo volvió a la normalidad. Nadie quiso
recordar más esos hechos.
Pero la seguidilla de sucesos extraños recién empezaba:
Una soleada mañana de Febrero, el cielo de pronto se vio
oscurecido debido a la repentina aparición de un enjambre de lustrosos
insectos, que con su multitudinario vuelo cubrieron la luz del sol sumiendo a
todo el pueblo en penumbras. Cuando los bichos se posaron en el suelo dando
retorno a la luz del día, empezaron a moverse a brincos y a picar a cuanto ser
tuviera sangre en su organismo, dejándole cubierta de ronchas rojizas la piel
expuesta, y un desesperante escozor. La angustia y el pánico colectivo
empezaron a hacer presa de toda persona, animal o bestia en el pueblo. La
iglesia estaba todo el día atestada de personas implorando perdón por sus
pecados, a la vez que no cesaban de espantar bichos y rascarse… Así pasaron los
días, hasta que no faltó un observador acucioso que notó en los bichos, una
severa miopía y un nulo olfato. Tras su descubrimiento, el viejo Hermógenes,
“mil oficios” por vocación, pensó: -Será fácil engañarles si se interpone entre
ellos y la piel, una tela-… ¡Y sí! ¡Dio resultado! Entonces, empezó la tarea de
fabricar unos envoltorios que cubrían de pies a cabeza a quienes los usaban,
dejando apenas una rendija a la altura de los ojos, por donde el usuario podía
mirar y otra a la altura de la boca por donde podía comer. A estas peculiares
vestimentas, su inventor las llamó, “Los Disfraces de Noestoyaquí”. Hombres,
mujeres y niños los compraban como medio eficaz para protegerse de las picaduras.
Esto generó una rápida y suculenta fortuna al viejo Hermógenes, que a la postre
vio incrementada su clientela, pues también le sería solicitado confeccionar
los disfraces para proteger a las mascotas y a otros animales domésticos.
Resultaba risible ver a las personas, gatos, perros, gallinas, caballos y otros
animales, vagabundeando enfundados en “Los Disfraces de Noestoyaquí”. Pero así
los insectos de la segunda plaga, eran burlados; y al no poder hallar a quien
picar para extraerle sangre, entonces empezaron a morir de inanición, dejando
todo el suelo de Villa Tribulación cubierto con sus lustrosos cadáveres, que
luego fueron barridos, apilados en montículos y finalmente tirados al río…Así
pasó la segunda plaga…
La tercera plaga, de hecho la más terrible, pues aún ahora,
luego de trece siglos de acontecida, sus secuelas son una endemia que se
propagó por el mundo entero.
Sucedió un domingo, en plena culto de mediodía. El Reverendo
Bernardino estaba arrodillado frente al altar; de espaldas a la feligresía,
aparentaba orar, más cuando se dio vuelta, tenía los labios pintados en rojo
carmesí, con las cejas y pestañas garabateadas de un negro intenso. Se irguió;
se alzó la sotana y empezó a danzar como lo haría una hembra provocadora. Los
feligreses, atónitos se miraban entre sí; algunos se santiguaban horrorizados.
De pronto una iluminación sin origen definido alumbro el recinto… Y a unos dos
metros de altura se materializaron cinco cuerpos desnudos, que cayeron
pesadamente al piso. Los cinco desnudos tenían cara de niños confundidos,
tiernos y desvalidos, por lo que rápidamente, los feligreses pasaron del
estupor al instinto paternal y/o maternal; afanándose en abrigar y acariciar a
los recién llegados. Todos se disputaban el adoptarlos y acogerlos en sus
hogares; así salieron en multitud a la calle. El Reverendo Bernardino continuó
bailando solo, nadie le tomó más atención.
Cuando todos estuvieron fuera, en la plazuela se dieron
varios fogonazos de iluminaciones repentinas, con la aparición de más seres
desnudos, con sus dramáticos aterrizajes y la seguida disputa de los
pueblerinos por llevárselos a sus hogares.
Una y otra vez el fenómeno se repitió. Los desnudos con cara
de niños confundidos ahora sumaban tantos, que ya no había disputas por
apropiárselos.
Más al día siguiente, empezaron las primeras muestras de
descontento entre los pobladores. “Los Cara de Niño” eran bellos, pero
incapaces de hilvanar ideas, razonar, u ocuparse de algo mas que sus
necesidades básicas, por lo que la gente del pueblo empezó a referirse a
aquellos sucesos, como la plaga de “La Lluvia de Imbéciles”…
Cuando al cabo de unos días, el pueblo se convenció de la
inutilidad de estos seres, la gente empezó a congregarse desde muy temprano en
la plazuela; y cerca del mediodía se dirigieron a la iglesia a pedir consejo al
Reverendo Bernardino, al cual hallaron desnudo y colgando de los pies, atado al
techo. Entonces, desde esa posición habló:
-“Los Dioses debieron satanizar la estupidez…Pues ella es más
dañina que la maldad… El malvado hace daño cuando lo requiere o se lo propone,
pero el estúpido hace daño hasta sin querer”-
Nunca más, nadie quiso recordar donde estaba ubicada Villa
Tribulación…Pero la estupidez ya estaba diseminada por el mundo…
miércoles, 20 de diciembre de 2017
SIEMBRA DE AMNESIAS
*-Mi Libro estuvo siempre abierto, y tú viniste desde muy
lejos a leerlo, hay hojas en blanco en él, debes escribir en ellas, mas lo
harás con la roja tinta de tu sangre.
-Señor mío, tengo frío, me asedia el dolor y el miedo me
invade.
*-El ángel níveo que te envié proveerá tu tibieza, adormecerá
tus penas y acompañará tus pasos mientras acaricia y estimula el crecimiento de
tus muñones.
-¿Me puedes regalar una sonrisa? No la quiero para mí, la
quiero para el ángel.
*-Dejé dos sonrisas eternas en tus alforjas, vayan juntos a
repartir mis golosinas, pues quienes las consuman también vendrán a escribir
sobre las hojas en blanco de mi libro.
-Me has devuelto el deleite Señor mío ¿Podré volar nuevamente?
*-Tendrás que hacerlo, ya que los quiero junto a mí ¿Notas
que aparecieron remeras en tus muñones? He creado la brisa y los vientos para
ustedes, ellos acarician sus rostros... Surquen los cielos tomados de las
manos, sólo así proyectarán una sombra única al amanecer. Cuando las luces se
extingan para dar paso al ángelus, crepúsculo en el que resonarán las campanas,
serán estrellas en mi firmamento.