sábado, 15 de julio de 2023
LIBELULA SIN VIENTO.
El bullicio era ensordecedor; todos se movían
de aquí para allá vociferando e intentando inútilmente hacer prevalecer su
verbo entre el generalizado griterío. El grupo de mujeres, todas desnudas, era
mercancía recién llegada desde los lugares de donde seguramente fueron
arrebatadas con suma violencia. Entre ellas, las había de diversas razas,
colores de piel y diferentes edades. Las que despertaban más interés eran las
mujeres jóvenes. Su juventud las hacia codiciadas como objetos de placer; las
más viejas se venderían como servidumbre. También las había niñas, y quien las
comprara podría despojarlas de su infantil inocencia a como se le viniera en
gana.
Todas las mujeres tenían atadas las manos y
correas en sus cuellos. De estos collarines todas terminaban anudadas a una
larga cuerda en común.
Definitivamente muy pocos de los presentes
tenían posibilidades adquisitivas como para llevarse a casa a alguna de las
presas, sin embargo, alardeaban y fanfarroneaban a gritos, aunque resultaba
imposible reconocer palabra alguna en medio del bullicio.
Repentinamente el griterío se apagó, y el
silencio se adueñó del lugar. La multitud abrió camino en actitud sumisa dando
paso a un anda cargada por ocho hombres de colosal corpulencia. En la cúspide
hallábase sentado un anciano de aspecto dominante y rostro endurecido no solo
por el paso del tiempo, sino también, por -sabe Dios- que vicisitudes extremas…
Al llegar frente al grupo de las mujeres en
venta, a unos pocos metros, el anda se detuvo, y con suma delicadeza, los colosales
portadores depositaron su carga al piso. Tras de ella, ahora podía verse a una
legión de intimidantes guerreros armados con lanzas y espadas.
La muchedumbre, antes bulliciosa, ahora
permanecía en silencio, atenta a cada movimiento, a cada ademán del anciano
recién llegado.
- ¡Pónganlas en fila! Ordenó el anciano.
Con energía, pero siempre en silencio, los que
debían ser los mercaderes, se apresuraron en jalonear y disponer a las mujeres
en una fila uniforme frente al sillón que ocupaba el anciano.
Con evidente morbosidad el anciano fue
analizando exhaustivamente a cada una. Por momentos detenía el paneo de su
mirada, y con un ademán de manos indicaba que hicieran girar y poner de
espaldas a algunas que parecían interesarle… Y así continuó…
De pronto el recorrido de su mirada se detuvo;
sus ojos se abrieron desmesuradamente. Su rostro, cuello y torso se
adelantaron. Una niña de cabellos dorados y piel azulina coparon por completo
su atención. Era notorio que la niña frente a sí lo había embelesado.
- ¿De quién es, y cuanto pide por ella?
Pregunto…
Abriéndose paso, un hombre se adelanto
haciendo venias de sumisión – Es mía, Señor… Y pido veinte monedas de oro por
ella. –
-Maldito carroñero. Pides una fortuna por algo
que sólo te costó arrebatarlo… Pero yo digo que lo vale.
Una a una fue arrojando las veinte monedas al
piso, mientras el mercader invadido de codicia se apresuraba en recogerlas.
-
¡Sacristán! - Grito el anciano…
Presuroso se hincó ante el anciano un lacayo,
el cual a simple vista podía distinguirse que no era un guerrero, era sólo un
sirviente.
-Lleva a la niña a la torre del minarete, y
enciérrate bajo llave con ella. Cuida que nadie la toque. Ya regresaré yo por
ella. Si alguien le llegara siquiera a rozar un cabello, tú me lo pagarás con
tu miserable vida.
Día a día Sacristán se limitaba a observarla y
proveerle de agua y pan a la angelical niña de cabellos amarillos y piel azul.
Así transcurrió el verano, dando paso a los días más frescos y helados...
-Tengo frío…- Exclamó la niña.
No habiendo en el recinto nada adecuado para
la situación, Sacristán optó por cubrir con la tibieza de su propia humanidad
el cuerpecillo de la niña. Esa cercanía propició que el lacayo empezara a
acariciarla con devoción. Primero sus dorados cabellos; luego su rostro…sus
hombros…sus pechos…
¿En qué momento Sacristán sucumbió a la
tentación de la carne? ¿Cuándo su cordura se hizo presa del pecado?
Al amanecer la niña despertó con frío.
Sacristán no estaba a su lado. Se irguió un poco buscando a su carcelero. Sacristán
yacía ahorcado colgando de la viga principal de la habitación.
La niña corrió hacia el cuerpo colgante con
intenciones de desprenderlo, mas ya todo era inútil. Arrodillada se abrazó a
las piernas del cadáver y lloró desconsolada. Besó sus helados pies desnudos,
extrajo las llaves de su cinto y abrió la puerta de la torre.
Afuera todo estaba cubierto por un manto de
nieve…No hubo testigos de cómo una dulce niña de cabellos dorados y desnuda
piel azulina se fue sollozando rumbo hacia el oeste.
domingo, 2 de julio de 2023
DAMNATIO MEMORIAE
Intentar
sustentar una mentira, requiere de una mentira más grande, y bueno esta mentira
estaba destinada a ser desmesurada, inmensa, colosal… Y TEO intuía que ya no
era posible dar marcha atrás ¿Cómo dejar sin respaldo espiritual a toda la raza
de los Normales? No quedaba otra: seguir alimentando la dogmática farsa.
Conspirar
contra una verdad tan trascendental obligó a TEO a apelar en primera instancia
al encubrimiento de parte de los regentes de la clase sacerdotal, los cuales,
aunque llenos de un severo estupor inicial, accedieron a la propuesta.
Valiéndose
de trucos y artificios se rescató al seudo-Dios muerto y al herido haciendo
pasar como verdad ante el mundo, que ambos, junto a la también fallecida
hembra, habían ascendido al reino de los cielos, para desde allí ampararlos, y
que un día retornarían.
En celoso secreto, los sacerdotes convocaron a
los Iluminados más hábiles en las prácticas
quirúrgicas para intervenir al Dios herido valiéndose de urgentes operaciones
de avanzada cirugía con el propósito de preservar su vida.
Todo
estaba dispuesto. Los mejores cirujanos se enfrentarían a la difícil tarea de
restituir la salud al Dios moribundo. Lógicamente, ninguno de ellos estaba
enterado de que su suerte estaba echada. Sea cual fuera el resultado final, la
totalidad de estos galenos serían dados a muerte. No debía quedar testigo ni
lengua que hablara de lo ocurrido dentro del quirófano, pues ello bastaría para
hacer tambalear la fe y acabar con la creencia de Dioses inmortales que
vinieron del cielo para regalar a Los Normales la dadiva de una vida eterna en
su reino celestial al lado de ellos… Eso también sería funesto para la clase
sacerdotal, pues los dejaría sin argumentos para continuar con sus predicas y
su ostentación como mensajeros de la palabra divina, y se verían despojadas de
las gollerías adjudicadas hasta ese momento. Este último argumento fue
determinante para que los sacerdotes aceptaran contribuir con su complicidad.
La mentira estaba instaurada…
Innumerables
operaciones de alta cirugía se habían efectuado a los Normales, pero era la
primera vez que se intervendría a uno de los venidos del cielo. El primer
escollo fue el transfusionarle sangre para restituirle la que había perdido
debido a las múltiples hemorragias. Entre la totalidad de los involucrados,
ninguno tenía el tipo de sangre que requería el herido, el factor sanguíneo
compatible que permitiera una transfusión exitosa.
Cada
segundo que pasaba significaba una oportunidad perdida. Y aunque pareciera
ilógico y hasta contradictorio, a pesar del antagonismo y la rivalidad que los
llevó a este encarnizado enfrentamiento, Teo era el más afectado por el
dramático estado de su congénere. Había sentido odio por él; le hubiera gustado
darle muerte en batalla. Había sentido regocijo al saberlo derrotado. Más,
ahora que lo veía allí… tendido, inerte, moribundo; un gran vacío fue
apoderándose de su alma. El odio, los rencores y el antagonismo fueron mutando
hacia una profunda sensación de soledad. Pasada la euforia que le provocara el
haberse erigido como triunfador de la contienda, ahora reparaba en que, aquel
que se debatía entre la vida y la muerte, era lo único en este nuevo mundo con quien
compartía su pasado ancestral, su origen. Sabía que a pesar de ser el diseñador
de esta nueva realidad, él era un foráneo, un ajeno insertado en este mundo de
manera circunstancial. Lleno de impotencia, Teo se postró ante el moribundo y
con los ojos empapados en lágrimas, le acarició los cabellos. Con los labios
temblándole, cual si se tratara de un tic nervioso, besó su frente con el más
sentido amor fraternal; acto seguido, se desvaneció, cayendo al piso
completamente desarticulado y casi sin hacer ruido.
Sacerdotes
y galenos se apresuraron a socorrer a Teo, quien en estado inconsciente, fue
sacado con celeridad del quirófano y llevado a otro ambiente, con la finalidad
de reanimarlo.
La
intensa carga emotiva vivida en los últimos días había hecho colapsar la
resistencia de Teo; ni él, ni su compañera, ni sus congéneres antagonistas eran
de naturaleza belicista. No eran guerreros, ni tenían los mecanismos
psicopáticos para asumirse como sembradores de muerte y destrucción. Ellos
eran, científicos, creadores, constructores; seres sensibles, que por avatares
de la vida se habían visto envueltos en una conflagración con tan funestos
resultados, lo cual sumado a enfrentarse con la posibilidad de perder al último
de su especie y quedarse solo en este mundo extraño y tan lejano a su origen,
terminó por resquebrajar su integridad emocional, sumiéndolo en una pérdida de
conciencia muy profunda.
Mientras
Teo permanecía inconsciente, los cirujanos intervinieron de emergencia al Dios
caído que agonizaba por sus heridas de guerra, mas la muerte le sobrevino en plena
transfusión sanguínea, debido a la incompatibilidad del tipo de sangre
implantada.
En
circunstancias muy extrañas, Teo también desapareció; dejando sembrado en la
mente de muchos de los Normales el misterio de su partida, como el retorno del
Dios hacia su reino natural entre las estrellas.
El legado
de aquellos Dioses …que alguna vez cayeron del Cielo.
FIN.
EN LA VEREDA VIENDO PASAR MENTIRAS
El
apoderarse de las mentes de los Normales era vital para estos Dioses patéticos,
pues intuían que los necesitarían como serviles aliados para imponerse a sus
rivales en caso de que peligrara su preponderancia; además de que su
mediocridad les exigía ser adorados por el producto de su “creación”, o si
hablamos con propiedad, su manipulación. Ambos bandos coincidieron en la misma
opción: Aparecer ante los Comunes como portadores de deslumbrantes poderes
divinos y portentos hechos que se grabarían en las mentes de esta raza como si
fueran milagros. Así bajaron de las nubes, presentándose como Dioses
benefactores, confundiendo esas inteligencias emergentes, que se creyeron el
haber visto seres etéreos provistos de alas, descendiendo de los cielos para
protegerlos y regalarles la promesa de una vida eterna, al lado de ellos en su
Reino celestial; todo a cambio de que les rindieran culto y les obedecieran de
manera incondicional.
Durante
miles de años, las culturas evolucionaron, progresaron y decayeron, viendo en
muchas ocasiones las naves de los Dioses surcando sus cielos, siempre buscando
identificar entre los Normales a los que poseyeran entre sus venas sangre de Titanes
para engrandecerlos y dotarles con el entendimiento excelso y con una capacidad
evolutiva destinada sólo para los herederos de su dizque divinidad. Ellos
serían los forjadores del progreso de esta indetenible carrera
científico-intelectual cuya meta pareciera ser, en un futuro, el llevar a la
semilla que vino de los confines del universo, de retorno hacia los mismos
cielos que alguna vez fue obligada a abandonar, aun cuando sus promotores,
quizás no lo tuvieran planeado como objetivo.
Fueron
estos Escogidos los que oyeron sus voces directamente; fueron ellos los
primeros en ser adiestrados en el uso del fuego; fueron ellos los instruidos
para la construcción de magnas edificaciones. Fueron ellos los iniciados en la
observación de los astros que pululan los cielos. Fueron estos titanes, los
primeros señores de la guerra, encargados de imponer la “verdad divina” a
través de la fuerza, entre sus congéneres que osaban creer una verdad
diferente.
Paulatinamente
Dioses y Demonios fueron exacerbando sus mutuos odios y rencores, inculcando
los mismos en las mentes de los Titanes y los Normales. A la vez que les
proporcionaban conocimientos técnicos para su desarrollo, también los inducían
al temor y rechazo hacia los Dioses contrarios, o Demonios.
Esta
competencia “divina” desencadenó en una carrera de abducciones e interrelación continua
entre Dioses e iluminados. Lo que se habían propuesto estos pseudo Dioses era
ir activando de manera gradual, inteligencias múltiples entre sus Escogidos,
hasta convertirlos en verdaderas antenas receptoras de mensajes e información
cósmica que desde el inicio de los tiempos, siempre estuvo sobre sus cabezas,
pero que por sus incipientes inteligencias, les era imposible recepcionar, más, poco a poco fueron desarrollando estas
capacidades. Entonces no resultaba raro
que uno de estos Iluminados, despertara a la mañana siguiente henchido de la
convicción y los argumentos para emprender una magna construcción sin
precedentes, sin siquiera haber tenido una prueba practica de factibilidad del
proyecto, y sin embargo los resultados eran satisfactorios. Estos fueron los
llamados Arq-Ángeles, o Ángeles arquitectos. Muchos líderes guerreros
emprendían campañas bélicas con pronósticos lógicos de fracaso, y sólo
esgrimiendo que lo hacían por “orden divino” lograban condiciones favorables y
por ende el éxito. Estos serían los grandes Reyes que se decían ser los de “origen
divino”. Resultaba común que de pronto, un Iluminado, con sólo mirar a los
cielos, fuera receptor de información astronómica y astrológica. Estos serían
los sacerdotes adoradores y portadores de la palabra de los Dioses.
Por
doquier, sobre la vasta faz de este mundo, los Normales veían con frecuencia la
realización de proezas inimaginables por parte de los iluminados, que a la
sazón serían reconocidos como Ángeles Mensajeros, siempre al amparo de uno u
otro bando de los Dioses.
Lo que en
un principio fue una lucha divina de poderes por apoderarse de las mentes de
los Comunes, fue tornándose un conflicto cuyo detonador eran los celos por
lograr preponderancia de adoración y culto. Entonces ocurrió lo predecible en
estos casos… El enfrentamiento directo de Dioses contra Dioses. La
conflagración divina que terminaría arrastrando e involucrando a los Titanes y Normales
en una sangrienta disputa que poco o nada debía incumbirles.
Era
inevitable. Tenía que ocurrir. Cada bando de Dioses había logrado imponerse como
divinidades absolutas de determinados grupos de esta nueva especie, no quedando
sobre estos suelos, grupo de Normales, libre de la influencia de uno u otro
bando de Dioses. Entonces se dio la lucha por arrebatarse entre ellos los
adeptos ya conquistados…
No
tardaría mucho tiempo para que ambos bandos de Dioses se vieran frente a frente,
en su afán por dirimir quienes debían erigirse como los Dioses absolutos de
este mundo.
Los Titanes
y Los Normales fueron inducidos a cruentas batallas disfrazadas de guerras
santas. Combatían raza contra raza, cultura contra cultura, creencias contra
creencias; cada contrincante, fortalecido, repotenciado y armado por sus Dioses
protectores. A la par, también los Dioses participaban en estas lides
valiéndose de armas y artificios, productos de su adelantada tecnología y su
estimulo de odio hacia sus rivales.
Es todo
rincón del mundo, ejércitos de Normales eran diezmados y quienes quedaban
heridos o mutilados eran rápidamente atendidos y recuperados por Iluminados
adiestrados en las artes de la medicina, que gracias a las enseñanzas de sus
Dioses protectores, estaban altamente preparados para reparar casi cualquier
daño en los tejidos de sus congéneres.
Sucedió
entre estas batallas y enfrentamientos divinos, que del par de Dioses que
desterrara Teo del paradisiaco refugio inicial, uno resultara gravemente herido
y el otro muerto. Entre el bando vencedor, también perdió la vida la hembra que
acompañaba a Teo. El mismo Teo, quien se adjudicó el título de vencedor…
también había resultado herido; más a pesar de su estado debió reponerse. Era
imperativo ocultar a cuanto Normal hubiera sobre el planeta los decesos
divinos, así como la complicada situación de la salud del Dios herido. Entre
los Normales, nadie debía enterarse que quienes ellos creyeron Dioses eran
sensibles a ser heridos, y por ende…mortales.
El
mantener esta patraña lejos del conocimiento de los Normales, no sería posible
sin la complicidad de otros protagonistas…
Continuará...