lunes, 12 de junio de 2023

LA LOGIA DE LOS INMORTALES




Cap 2 Los "Dioses que cayeron del cielo"
Cuento de Oswaldo Mejía
  (Derechos de autor, protegidos)



Los siete puntos iniciales que venían tras los fugitivos iban creciendo y tomando formas cada vez más definidas. Podían distinguirse nítidamente los alerones de cada uno, al igual que sus puntiagudas narices apuntando su objetivo cual dardos que amenazan con atravesar la musculatura de la razón y las vísceras del alma.

La mujer, absolutamente fuera de control, no cesaba de chillar mientras se revolcaba en un rincón. Los otros dos, afirmados a las paredes de la nave, permanecían atónitos, con los rostros desencajados, mirando  la nada con las pupilas dilatadas desmesuradamente. Es posible que cada uno, en silencio, estuviera expiando arrepentimientos, elevando oraciones a quién sabe qué fuerza divina. Sólo TEO mantenía una pizca de cordura mientras luchaba en el intento por mantener el rumbo de la nave sin estrellarse contra alguno de los planetoides, asteroides y formaciones pétreas o metálicas que vagaban por la gran bóveda del universo.

El pánico había alcanzado los picos límites soportables cuando el más joven de los científicos lanzó un alarido:

- ¡Los Implacables se detuvieron!-

-¡¿Qué pasa?!-preguntó TEO en un grito desesperado pues estaba imposibilitado de mirar hacia atrás, hacerlo sería exponerlos a estrellarse contra cualquier cuerpo celeste errabundo.

-¡Díganme qué pasa allá atrás!-volvió a reclamar ante la falta de respuestas.

Los tres tripulantes restantes observaban por las escotillas constatando con gran alivio que Los Implacables habían abandonado la persecución. Hay tiempo para tragar saliva, menguar la dureza de los rictus y aspirar largas bocanadas de aire. Los corazones aquietaron sus latidos impidiendo el desbocamiento… casi, casi, se comenzaba a tocar un clima de calma.

En ese preciso instante repararon en el silencio de TEO “¿Por qué dejó de interrogar a los gritos? ¿Por qué su repentino mutismo?” Su mudez era densa y pesaba.

La pequeña nave se estremeció de un modo violento.  Repentinamente una magna turbulencia azotó friccionando la parte externa del vehículo, lo cual termino bloqueando la capacidad de las mentes de los fugitivos que no atinaban a pensar en otra cosa que no fuera aguardar la inminencia de una explosión, bien de sus cerebros, o bien de la misma nave que les cobijaba.

Efectivamente, TEO había sufrido la espontánea pérdida del habla. Tenía los labios separados pero los dientes apretados, los ojos desorbitados, las manos y los pies crispados, la espalda, cuello y nuca, adheridos a presión contra el respaldar del sillón de mando. Afortunadamente, su mente aún conservaba la lucidez suficiente para proseguir emitiendo órdenes telepáticas a la nave.

Los otros tripulantes habían caído al piso y se revolcaban en él como gusanos sobre un sartén caliente, tomándose la cabeza con las manos, tapándose los oídos en el vano intento de protegerse del chirrido ensordecedor que ocasionaba el roce de la nave contra la turbulencia. Sólo TEO poseía lectura visual de lo que ocurría y lo enfrentaba desde la estoica convicción de quien se sabe solo y pertinente ante una lucha circunstancial en pro del grupo que lo requería como “Solucionador”.

Los Implacables se detuvieron pues a tiempo advirtieron que delante de ellos había un agujero negro, gigantesco hueco de naturaleza anti-material con capacidad de atraer y devorar cualquier elemento que osara acercarse a su llamamiento succionador, oportunidad que no tuvo TEO, quien en la loca huida no pudo contrarrestar la inercia de la nave llevándola directamente a las fauces del agujero devorador de materia. Ya no había tiempo para auto-culparse de nada, simplemente ignorar la sensatez y a cambio, hurgar entre los dictados que brindan los reflejos. -La vida nos consiente agobiarnos, y caer en la desesperación pero de ninguna manera permanecer quietos ante las adversidades pues será en ese preciso instante que la ley de la selección natural nos señalará como no aptos y nos eliminará por ser incompetentes para continuar en esta brega-.

Por cuánto tiempo se prolongaría esta torturante situación era imposible de calcular. Cuando las emociones son expuestas a situaciones extremas todo se percibe a eternidad. Finalmente hasta la misma muerte, intuyo, debe concluir en paz… y esto también concluyó. Había sido lo más semejante a un alumbramiento: Trauma, dolor, pánico y luego, el demencial sosiego de la incertidumbre, pero sosiego al fin.

La dramática experiencia había culminado. El contexto viró la situación hacia la calma. Ante los fugitivos se presentaba, en contraste a lo recién acontecido, un ambiente tranquilo. Allí refulgían tonos que variaban entre el celeste y  un turquesa tenue. Debajo de la navecilla se alcanzaba a ver una gran esfera flotante cubierta casi en su totalidad por agua y algún que otro aislado trozo de masa continental, pero resultaba atractivo. La quietud seducía y TEO decidió aterrizar.

No hubo palabra alguna, sólo miradas desconcertadas, mentes conmocionadas y cuerpos que se movían por inercia. Así descendieron de la nave. El aire era irrespirable dada la inexistencia de oxígeno, un detalle momentáneo con factibilidad de ser salvado, ya que los cuatro estaban dotados de trajes inteligentes que al instante les proveyeron de elementos para gozar de un hálito fluido.

-Creo que este es un buen lugar para ocultarnos de Los Implacables. Viviremos de manera subterránea pero debemos apresurarnos, es preciso que desaparezca todo rastro de nuestra presencia aquí- Fueron los primeros dictámenes de TEO.

De inmediato y valiéndose de rayos láser más otras sofisticadas herramientas de desintegración, se dedicaron afanosamente a cavar galerías de acceso hacia el subsuelo.

Tras arduos meses de duro trabajo lograron dar forma a una extensa bóveda subterránea de varios kilómetros de extensión, dotándola de luz,  temperatura  y abastecimiento de oxígeno de manera artificial. Elementos necesarios que les permitirían vivir cómodamente, proveerse de alimentos de lo que sembraran y cosecharan, utilizando las diversas semillas que habían traído para tal fin. Concluida esta fracción de su obra, camuflaron celosamente la vía de acceso a lo que sería su escondrijo y amparo. Siempre estaría latente sobre sus cabezas la amenaza de ser hallados por sus perseguidores, una psicosis de la que jamás podrían liberarse mientras tuvieran vida. Más, momentáneamente, estaban seguros… Y la vida hay que vivirla día a día, mientras es posible.

Continuará...





(Pieza única. Año 2015. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


domingo, 4 de junio de 2023

RETO A LOS OLVIDADOS




Cap 1 Los "Dioses que cayeron del cielo"
Cuento de Oswaldo Mejía
  (Derechos de autor, protegidos)



Allá, muy allá, en los confines del universo; en un lugar remoto de esos cuyo origen llega a nuestro entendimiento siempre velado por un manto de incomprensibilidad sobre el que se embriónan dogmas... Allá, donde de manera constante mueren y nacen astros, estrellas y galaxias…y sin embargo cuando señalamos con nuestros dedos índices su ubicación, sólo se distingue una densa negrura que la sugiere como ajena a cualquier génesis. Allí empezó esta gesta que entre oníricos mensajes me ha sido narrada.

En uno de esos distantes mundos, sólo Dios sabe en qué tiempos, el orden establecido estaba regido por imposiciones dictatoriales y normas irrefutables provenientes de las lenguas del inefable “CONSEJO DE LOS GRANDES SEÑORES”, grupo mítico de “mandamás” sin rostro visible, que se auto conferían el poder de determinar cómo y hasta cuándo se definía la existencia de “LOS COMUNES”. Ellos decidían sobre los demás: Qué debían comer, cómo debían vestir, de qué debían enfermarse, el modo en que podían divertirse y hasta las causas por las que debían morir. Ir en contra de algunos de sus inquebrantables mandatos significaba hacerse acreedor a severas represiones que fluctuaban en un rango, que iba desde la tortura y confinamiento perpetuo hasta la pena de muerte, más aún si el delito cometido era la realización de cualquier tipo de experimento genético. Esa atribución se la tenían reservada para sí mismos; si alguien osaba infringir esta última regla, el o los infractores serían condenados a la inmediata eliminación de su existencia en cuanto fueran ubicados por el escuadrón denominado “LOS IMPLACABLES”.

A la sazón, cuatro científicos guiados en parte por el común sentido del ansia de conocimiento, así como también por la primitiva tentación de jugar a ser dioses, desobedeciendo la autoridad implantada, habían estado efectuando estas vedadas experimentaciones de manipulación de genes, cada vez de manera más atrevida, lo cual los fue poniendo bajo sospecha y posteriormente en evidencia. Ello, al desatar la ira del CONSEJO DE LOS GRANDES SEÑORES con su rebelde actitud, los calificaba como presas, por defecto, del grupo encargado de aplicar la pena capital, “ad hoc” para estos casos.

Aunque suene a inútil, pues Los Implacables tenían la fama y el prestigio de jamás haber dejado escapar condenado alguno que se les encomendara capturar y eliminar, el cuarteto inculpado y sentenciado, sabiéndose descubiertos, emprendieron la presunta estéril huida. 

Rápidamente abordaron una nave pequeña, que por sus dimensiones garantizaba velocidad y maniobrabilidad. El equipaje era casi nulo, tanto como las exiguas provisiones, tal si se tratara de la consciente premonición de una fuga destinada al fracaso inminente pero igual… Nadie con sus cabales intactos se resigna a aguardar en quietud a la muerte. La reacción siempre será correr, huir, buscar alejarse físicamente del fin de los fines. En cambio fueron muy cuidadosos en llevar a bordo gran cantidad de semillas y algas diversas.
Los destacados científicos, tres varones y una mujer, cuyo delito había sido, justamente, manipular con el génesis de la vida, ahora estaban en condición de penados fugitivos a bordo de una navecilla espacial que por muy rápida que fuera no ofrecía la menor garantía de cumplir el propósito de evadir el encargo del escuadrón de Los Implacables.
Ni bien cerraron la escoltilla, TEO, el científico de más edad y ascendencia entre los cuatro, tomó posición del sillón de mando desde donde se guiaba la pequeña nave. Esta, de manera aparentemente absurda, no estaba dotada de timón alguno ni artificios que pudieran favorecer el enrrumbamiento.

 Ni bien TEO se instaló en el asiento, algo más de una decena de cables emergieron del mismo conectándose esmerada y milimétricamente a diversas partes de su organismo. Electrodos y agujas se adhirieron a su cabeza, pecho y extremidades. Casi al instante, por el interior de las cánulas se hizo visible el torrente de líquidos que de manera invasiva iban penetrando en el organismo del piloto de turno. Adrenalina y otras hormonas sintéticas, entre ellas estimulantes del impulso sexual como la testosterona, eran introducidas al flujo sanguíneo de TEO en dosis tan escrupulosamente específicas como su metabolismo necesitara para afrontar las circunstancias que se presentaran. El suministro de adrenalina era constante.

De pronto la nave se puso en movimiento. El pánico era colectivo, la histeria amenazaba con desestabilizar la cordura. Sólo TEO, ayudado por las mencionadas hormonas sintéticas, encaminaba la crisis hacia un stress positivo. 

La navecilla partió rauda, gobernada mentalmente por TEO que guiaba el curso por impulsos telepáticos dictados desde la lucidez inducida por el riego hormonal a que era sometido, con reflejos específicos y acertados que le permitían sortear y evitar colisionar con cuanto obstáculo aparecía en su camino. Superada la atracción magnética natural que ejercen los cuerpos celestes, la nave comenzó a devorar miles de kilómetros en el espacio libre. Todo fue quedando atrás: los lugares, los recuerdos… la vida misma estaba siendo reemplazada por la incertidumbre de ir “hacia no sé dónde”. El objetivo de alejarse de la muerte se estaba cumpliendo y sin embargo los temores no cesaban, simplemente se transformaban y eran suplantados por nuevas aprensiones. Esto es una constante de la existencia misma y en ese contexto no cabía la excepción. 

Tras de ellos, a lo lejos, de manera súbita, se hicieron visibles siete puntos flotantes que poco a poco fueron creciendo y adquiriendo la relevancia de siniestras presencias punzantes provocadoras de angustia y dolor en el alma de los fugitivos.

¡Claro que sí! Si era uno de los escuadrones de Los Implacables, jauría volátil de siete naves de caza pilotadas por expertos en el arte de acechar, acosar, emboscar, atrapar y ejecutar. Despiadados matadores por encargo y muy responsables… disfrutaban apasionadamente del cumplimiento del rol que se les había asignado, y ahora estaban allí, a sus espaldas, husmeando y deleitándose con el miedo de los fugitivos… el juego previo del depredador instantes antes de devorar a la presa.

La navecilla con  los cuatro científicos era apenas un punto deslizándose entre la inmensidad del espacio, transportando el espanto que provoca la cercanía de la muerte… cada vez más cerca, reclamando por el festín de su sangre.

Continuará...





(Pieza única. Año 2015. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


LOS HEROES TAMBIEN USAN BOTINES DE TACON




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Por algún motivo, todos cohibíamos nuestra capacidad para comunicarnos oralmente; nuestras conversaciones eran casi exclusivamente a través del contacto visual. Eran escasas las veces en que recurríamos a algunos ademanes, y unos que otros breves sonidos vocales. Sí estábamos dotados del habla, pero por extrañas y desconocidas razones preferíamos obviarla casi siempre.   Otra particularidad común en el grupo era el recuerdo que todos teníamos acerca del fuego, y de la falta que nos hacía, mas, desde que despertamos en este mundo jamás lo habíamos visto, no lo conocíamos… Aun así, teníamos grabado en nuestras mentes que podía dar luz y calor; y lo asociábamos al astro brillante que alumbraba nuestros días.

Quienes nos trajeron tuvieron la precaución de depositarnos en este lugar rodeado por estos cerros que nos protegen de los fríos vientos que vienen del sur. Y a la salida de este albergue natural en círculo, tenemos al río que nos provee de agua y peces.

Antes de nuestra llegada, este lugar lo debieron habitar otros, pues cuando despertamos aquí, hallamos casuchas en ruinas y desechos que de a pocos y paulatinamente fuimos usando para reconstruir y acondicionarnos refugios.

Al comienzo dormíamos a la intemperie, acurrucándonos unos a otros…Temíamos despertar, y ya no estar aquí. Pero poco a poco fuimos intimando entre hombres y mujeres, y entonces fuimos ocupando las casuchas para ocultar nuestra intimidad y también para forjarnos algo de independencia con respecto del grupo. “Es intrínseco a los de nuestra especie guardar, preservar y ocultar aspectos de nuestras vidas como secretos inviolables ante los demás”.

Una tarde muy soleada le vimos bajar desde la cima de los cerros. Sus pasos creaban una estela de polvo que iba marcando su ruta de llegada.

Mas el forastero no llegó hasta nosotros. Se quedó en una ladera a unos treinta metros por encima del nivel del suelo que ocupábamos. Todo el día fue el centro de nuestra atención. Con curiosidad veíamos como iba de aquí para allá recolectando y apilando rocas con las que iba dando forma a lo que sería su refugio.

Al caer la noche, cuando todos nos disponíamos a dormir, escuchamos su voz estentórea retumbando desde la ladera, entre la oscuridad:

-¡Damas y Caballeros! ¡Pongan atención, pues voy a presentarles Mi Delirante Circo De las Lágrimas Eternas…!

Y luego una gran llamarada rompió la negrura de la noche haciendo dramáticamente visible la figura del recién llegado. Su cuerpo desnudo reflejaba los brillos rojizos de la llamarada…Debía estar untado en alguna sustancia oleaginosa.

Enmarcado en esa escenografía, empezó a hacer cabriolas y dar volatines. Por momentos bajaba la intensidad de sus movimientos y canturreaba melodías que más parecían lamentos, los cuales iba acompañando con grotescos remedos de danza y expresión corporal. Finalmente dio un volatín hacia atrás y cayó de rodillas. En esa posición, como si estuviera orando una plegaria, se mantuvo hasta que se consumió la llamarada y dejamos de verlo.

Al amanecer, el extraño nos sorprendió; estaba entre nosotros, subido sobre un banquito, esgrimiendo unas tijeras, y enfundado en un desvencijado guardapolvo que alguna vez debió ser de color blanco.

-Buen día a todos…A ver ¿Quién desea que le haga un buen corte de cabello? Si no tienen nada para darme a cambio, no importa…algún día tendrán algo para compartir.–

…Y empezó su faena de esquilar a uno y a otro. Uno por uno iba sentándolos en el banquito haciéndoles una pregunta que se hizo de rigor: -¿Deseas con canción o con cuento?- Según lo que escogía el usuario de turno, el extraño se lanzaba a cantar o a contar alguna historia, mientras se daba a cortar melenas con las tijeras.

Él era tan especial, que rápidamente fue calando entre nosotros. Nunca nos dijo su nombre, por lo que alguien al referirse a él rompió nuestro mutismo auto impuesto, y le estampó el mote de “Telemúsica”, y con ese apodo se quedó.

Entre las historias que narraba mientras iba esquilando pelambreras, hubo una muy peculiar:

En ella, la protagonista era una bella jovencita con la que se topó una tarde, mientras ella deambulaba desnuda por la solitaria playa que él frecuentaba en busca de inspiración. Apenas la vio, lo primero que se le ocurrió fue que algo muy malo debía haberle ocurrido, y se apresuró en despojarse de su camisa y corrió a su encuentro, con intenciones de cubrirla, mas, cuando estuvo frente a ella, esta le recibió indicándole con señas que no lo hiciera.

-Vine hasta aquí para hacer el amor contigo, para darte placer e inspiración…Y para ello no necesito estar cubierta-´

Ella traía en su mano derecha un jarrito de cerámica…en su piel la provocación, y en su mirada muchos misterios…Pero la situación no daba cabida a preguntas ni averiguaciones.

Hasta el siguiente amanecer, sólo hubo sonrisas, jadeos, pasión y desenfreno.

-Sé que a ambos nos va a doler esto, pero debo partir de retorno a mi plano, y tú debes retomar tu misión-

Mientras pronunciaba esta sentencia, la bella joven reacomodó su cabellera con ambas manos…

-Resulta desolador perder algo sublime que tuvimos entre manos, pero la vida es así de cruel, mas te dejaré un vivo recuerdo del fuego que compartimos. –

Dicho esto, la joven separó sus muslos e introdujo sus dedos en sus entrañas, y de allí sacó un puñado de brasas incandescentes.

-Conserva este fuego encendido, y siempre estaré para ti acompañándote en tu misión. -

Dicho esto, se fue así como vino…como un sueño.

Dueño casi exclusivo de la locuacidad, simpático y encantador desde su melancólica personalidad, Telemúsica se había parte entrañable de nuestra comunidad.

Mientras nos alegraba con ocurrencias y nos entretenía con sus historias a veces narradas como cuentos y otras veces como canciones, a menudo se auto interrumpía para decirnos: -Mi deseo es que cuando muera, me incineren con el fuego que traje, y arrojen mis cenizas al río.

Aquella mañana no hubo cuentos ni canciones que rompieran el silencio de nuestra aldea. Por alguna desconocida razón, Telemúsica había fallecido.

Todos, sin excepción, acongojados, tristes y desconsolados nos afanamos en cumplir su póstumo deseo. Encendimos una gran pira e incineramos su cuerpo. Depositamos sus cenizas en un cacharro de arcilla, y en silenciosa procesión llevamos sus restos hacia la salida del refugio natural que nos brindaba el semicírculo de cerros. Una vez afuera, enrumbamos hacia el río…Los vientos  allí soplaban con más fuerza que de costumbre, como si la naturaleza también estuviera dolida por la partida de Telemúsica.

Yo fui el encargado de arrojar las cenizas al río. Tome el impulso para que estas llegaran lo más lejos posible, pero cuando realice el envión, los vientos, extrañamente soplaron en sentido contrario y trajeron las cenizas hacia nosotros impregnándolas en nuestros rostros e introduciéndolas por nuestras bocas y nuestras fosas nasales. Literalmente todos tragamos las cenizas de Telemúsica. Desconcertados, todos nos mirábamos a los ojos, y tuvimos la imperiosa necesidad de expresarnos verbalmente…de decir algo. Entonces descubrimos que si abríamos nuestras bocas expelíamos cucarachas que pugnaban por salir desde nuestras entrañas.

Nuestro retorno fue fantasmal. En un mutismo ahora obligado. Todos cubriendo nuestras bocas con ambas manos para evitar la repulsiva salida de los asquerosos insectos.

Al llegar a nuestra estancia, ya el día sucumbía ante las penumbras que anunciaban el reinado de la noche. A la intemperie nos acurrucamos unos a otros hasta que nos venció el sueño, y con él viajamos a otros lugares, a otros mundos, y a otras realidades.

Nuestro despertar fue en medio de un gran murmullo. Todos soliloquiábamos sobre los diversos sueños que habíamos tenido. Así fuimos desperezándonos y poniéndonos de pie… Así uno a uno, sin dejar de hablar nos encaminamos hacia la salida de aquel lugar que hasta entonces había sido nuestro cobijo.

Cada uno se fue por diversos rumbos, pero todos llevábamos un sin número de historias que contar. Todos íbamos con ese “Fuego Sagrado” dentro…





(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


CANDIL DE MADRUGADA




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Estoy extasiado con los largos rizos desordenados que en su caída van interrumpiendo las líneas de tu rostro, que también parece ser el mío… o quizás el de mi madre ¡Sí! Me siento desdoblado. Es como estar aquí, en mí, y también en ti.

“Le inventamos esto para paliar su soledad y locura, y el muy orate fabricó un mundo lleno de estrellitas para albergar a su pececito rosado”.

Se me hace irresistible tu desnudez. Tus senos de madre, la generosidad de tus caderas de hembra; mas es imperiosa la fijación que me lleva a tu ombligo. Lo miro, lo observo, lo deseo; quiero besarlo y lamerlo… Mi intuición me dice que estoy ante el portal a tu esencia toda, y también a la esencia mía.

“No tiene remedio. Nació sensible, y la sensibilidad es toxica; invade cuerpo y alma.”.

Mi lengua se ha llenado de su piel, al igual que estas manos, que parecían haber olvidado lo que es acariciar. He saboreado de tu aroma a celo y he viajado por tus entrañas hasta palpar el origen de nuestros placeres primigenios ¡Soy tú y eres yo!

“Dejémoslo que vague y divague. Lo necesitamos como mensajero, y esto que acaba de probar le ayudará a cargar la roca que sobre sus hombros hemos puesto”

Dame de tu medicina, mujer. Tengo hambre, soledad y frio. Necesito cobijarme entre tus pechos de flor para beber el rocío que atesoras entre esos pétalos de miel. Eso enjuagará mi alma de residuos demoniacos, y a mi cuerpo devolverá la fe…

“Si abriéramos su cráneo, extrajéramos lo que allí se contiene y lo licuáramos, obtendríamos tinta para escribir fantasías”.






(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


domingo, 28 de mayo de 2023

DELICIOSAMENTE NOCIVO





Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



¿Qué puede ofrecer el gran farsante que dice volar, si a duras penas camina dando tumbos?

¿Qué puede dar un falso prestidigitador que extravió su habilidad manual para juguetear con la baraja?

¿Qué podría brindar un guerrero sin armas, y que siempre huye, sin siquiera saber de qué?

… ¡Nada!

El farsante no nos sirve. Es inútil.

… Aunque no logre engañarnos, él es una mentira latente.

¡No es ángel, ni mago, ni valiente luchador!

… ¡Es sólo un orate, un soñador alucinado con alma de niño y el pellejo arrugado!




(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


PASOS ATRAS




Ilustración y poema de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



¡NO QUIERO VEEEEER!

Sopla el viento, necio es su poder.

Esferas de cristales, fluyen en tropel.

Si matan al talento, no quiero ver.

Si matan al talento, caerá el corcel.

El Rey es ciego y de cerdos su ley.

No sé a quién orar ¿Por qué lo voy a hacer?

Si matan al talento, no quiero ver.

Si matan al talento, caerá el corcel.

Mis alas han volado donde se muere la luz.

Lascivas mariposas, han hurtado el mar azul.

No quiero ver caer al corcel

vociferando:

¡EXISTOOOOOO!




(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


JUEGO DE LOS INTENTOS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



La interminable carretera se internaba en la penumbra apenas rasgada por tenues iluminaciones mortecinas de color violáceo. En la lejanía, la negrura se engullía el escueto paisaje. Nunca estuve aquí, sólo recuerdo mi miedo. Todo era desolación, y lo desolado siempre apalea al alma.

Un par de luces, como ojillos de felino nocturno venían de allí dirigiéndose hacia allá. Cuando pasaron delante de mí, vi que eran las luces de un bus narigudo con formas redondeadas. Entonces se encendieron sus luces de salón, lo que me permitió visualizar a tres niños de roca en su interior; no se movían, pero tenían en sus caritas una expresión que era la personificación del pánico; sentí mucha pena por ellos. El vehículo pasó raudo y apenas atiné a cubrirme el rostro con las manos.

Cuando descubrí mi rostro y recuperé la visión, me deslizaba por la carretera a mucha velocidad, valiéndome de unas largas piernas que, por su flexibilidad, parecían ser de caucho. En mi ruta me encontré con una joven que, con apenas la luz de un farolito, escribía sobre la piel del depilado lomo de un cerdito, mientras este comía hojas de papel en blanco.

- ¿Has visto pasar un bus que en su interior lleva a unos niños de piedra con mirada de pánico? - Pregunte.

*-Por aquí jamás pasa nada ni nadie; tampoco estás tú aquí, ni estoy yo, ni esta mi cerdito, ni el farol, ni los papeles en blanco. Todos hemos sido olvidados y los olvidados jamás tienen lugar, en ningún sitio. Si tienes ansias de ser y estar, toma mi mano y rebobinemos nuestro andar.

Y así anduvimos de regreso…





(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


viernes, 19 de mayo de 2023

ANTENAS TRAS FEROMONAS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



-El tiempo se ausentó desde que decidí enterrarme entre los muros de esta noche; los absorbo y me hundo en ellos una y otra vez… de ellos me nutro. Quizás sea porque compartimos la misma orfandad de luna y estrellas.

**-Te miro…Te observo…Te espío desde la omnisciencia que los orates nos permitimos arrebatar a la realidad para convertirla en sueños.

-Aquí soy la solitaria dueña de las provocaciones y los placeres. Me pierdo entre estas paredes inexistentes, cual lujuriosa estampa que desafía la cordura mientras humedece las ansiedades que se deslizan por mis dedos.

**-Quizás no es cierto que puedo leer tu mente; mas no importa…si yo me auto conferí el poder de inventar tus pensamientos

-La luz que aquí, alguna vez acarició mi piel, la devoré toda. Sólo la oscuridad puede brindarme la complicidad necesaria para mis propósitos que, ante cualquier claridad serían sentenciados como pecaminosos.

**-Desde mi posición de observador, soy tu inefable e intangible compañero, aunque para ti tenga el olor de la inexistencia.

-Ni soy ángel ni soy demonio. Apenas si soy un ente que solaza entre lo humano y lo divino con mi sincera y pura desnudez. Aquí soy libre, autentica, e impredecible. Aquí nada puede detener el vuelo de mi esencia.

**-Te he creado y diseñé este espacio-universo para que retoces en libertad plena mientras te observo para mi deleite…

-Lamento decirte que siempre supe que estabas allí, oteándome con tus encendidos ojillos de depredador ansioso, atento a mis movimientos y provocaciones, mas no quería quebrar este hechizo que a ambos nos da vida.

**-No entiendo. No comprendo ¿Te estás refiriendo a mi como si tú tuvieras el control de este contexto que a mí me pertenece…?

-Si eres el Creador, o eres la Creación, es una nimiedad sin importancia. Sólo dedícate a escribir sobre este oscuro mundo que me esfuerzo por hacer girar para que tú tengas vívido el motivo de tus versos.

**-Está bien… Pero reservaré el último verso para contar, cómo un sueño hizo despertar al soñador entre los muros de esta noche.




(Pieza única. Año 2018. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


GALLETITAS CON ROSTROS ABSURDOS




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Quizás era la edad, o quizás alguna enfermedad del alma, pero cada vez le era más dificultoso dar el siguiente paso; por ello, apoyándose sobre aquella vara de madera negra que usaba como cayado, solía pasear por aquella esferita que algún Dios burlón le asignó por mundo.

Entre la soledad y lo estrecho de su espacio, era imperante refugiarse entre la fantasía, y para ello el gigante con sonrisa de niño era muy proclive.

Mientras duraba el día y estaba despierto, se inventaba juegos y realidades alternativas en las que se adjudicaba poderes y facultades imaginarias, en complicidad con su alucinante mitomanía.

En esos estados había logrado auto convencerse de que si olvidaba algo, le bastaba con caminar de hacia atrás, de espaldas, hasta llegar al lugar donde ocurrieron los hechos olvidados, y luego re andar y recordar los acontecimientos… Juego estúpido y manipulado, pues siendo él, juez y parte, siempre acertaría en lo recordado.

Una tarde, cuando ya el ocaso empezaba a negrear el cielo, regresando de su rutinario paseo alrededor del aproximado centenar de metros que media la circunferencia de su exclusivo mundito, halló en la vera del camino, en posición de sentada, a una decolorada muñequita de trapo, de carita regordeta, amplia sonrisa dibujada, e hilos de lana azabache fungiendo de cabellos, que caían con mucha gracia sobre su pecho y hombros.

En un mundo dominado por la fantasía, sería más que un sacrilegio exigir explicaciones sobre el porqué o de donde procedía lo que se le presentara. Por ello, sin mediar palabra o interrogante, la cogió con delicadeza entre sus manazas temblorosas; la estrechó contra su pecho y acarició los filamentos de lana azabache que coronaban su cabecita; ello con la ternura y devoción que sólo puede inspirar el tocar a un ángel. Así, con su muñequita pegada al pecho enrumbó hacia el cubículo que le servía de refugio, pletórico de una inusitada euforia.

Apenas atravesado el umbral de acceso a la casucha, el gigante con cara de niño, estiró sus brazos hacia adelante, con la muñequita asida por el tórax; como para verla en toda su plenitud física la puso frente a sí. El temblor descontrolado de sus manotas se reflejó en las piernitas, bracitos y cabecita de la muñequita contagiándoles un movimiento pendular. Entonces el gigante preguntó - ¿Quién eres realmente? ¿A quién perteneces? - Lógicamente, no hubo respuesta alguna…

- ¿Por qué no me respondes? ¿Tienes miedo de mí, o le temes a alguien? Es posible que ni existas, y sólo estés en mi imaginación… O quizás tienes la enfermedad del silencio… si es así, intentaré curarte. La Mandrágora tiene el poder de curarlo todo-

“Cuando un ahorcado despide su última exhalación, al mismo tiempo eyacula. Si su semen cae a tierra, este se introduce en el subsuelo, y centímetros más abajo hace germinar un tubérculo con retorcidas formas que remedan a una pareja de cuerpos humanos en posiciones coitales. Quien sea frotado con esta raíz, la milagrosa Mandrágora, será curado de todos sus males.” 

El gigante se cubrió con una manta para protegerse del frío nocturno y salió de la casucha caminando hacia atrás, de espaldas, en búsqueda de un tiempo y un lugar que él se inventó como escenario donde alguna vez ahorcaron a un villano.

De aquí para allá anduvo en la oscuridad, siempre hacia atrás, de espaldas; hasta que al fin se detuvo diciendo -¡Aquí es!- Y empezó a excavar con sus temblorosas manos, hasta que halló y pudo desenterrar el tubérculo que estaba buscando. Este tenía la forma de una grotesca pareja humana en la posición coital de “El Misionero”. La envolvió entre su manta y emprendió el retorno a casa.

En el interior de la casucha, embargado por una ansiedad desmedida, frotó con la raíz, cada centímetro del cuerpecillo de la muñequita. Luego de su minuciosa tarea volvió a las preguntas: - ¿Quién eres realmente? ¿A quién perteneces? ¿Por qué no me respondes? ¿Tienes miedo de mí, o le temes a alguien? -…Lamentablemente tampoco hubo respuesta alguna…

Tomó a la muñequita con su mano derecha, con la izquierda se sujetó al cayado, y salió a la intemperie, caminando hacia atrás, de espaldas. Así llegó hasta el lugar donde, por la tarde halló a la muñequita. La colocó en la misma posición en que la encontró, y regreso a casa con los ojos llorosos, y con la convicción de no volver a jugar jamás el juego de caminar hacia atrás, de espaldas, en busca de recuerdos.

“Es mejor olvidar para siempre lo que no tiene respuestas a interrogantes tan simples”




(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)