lunes, 27 de febrero de 2023

SYBILA DEL PIE VARO


Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)






Tssschk…tssschk…tssschk… Era un sonido de origen neurológico que cada cierto tiempo, retumbaba dentro de su masa encefálica como heráldico aviso de que iba a entrar en un estado muy semejante al delirio, con alucinaciones que se mostraban tan reales que hasta parecían palpables.

La primera vez ocurrió cuando tenía trece años de edad. Estaba durmiendo en la habitación que compartía con su hermano mayor, cuando de pronto, empezaron los tssschk…tssschk…tssschk… que lo despertaron; o quizás no despertó, tal vez sólo era una realidad paralela incubada en su plano onírico. Abrió los ojos y notó en sus extremidades cierta resistencia a obedecer las órdenes de movimiento que su confundido cerebro les enviaba. Ensimismado en su lid por poner en actividad sus miembros volvió a cerrar los ojos para concentrarse y repotenciar su fuerza mental; era preciso gobernar sus facultades motrices, mas no dio resultado: sus brazos y piernas continuaron inmóviles haciendo caso omiso de su voluntad por imponerles obediencia. Inexplicablemente, no había desesperación ante la situación, incluso se volvía lúdica y entretenida aunque obsesiva esa búsqueda de conexión.

Sus pupilas debieron haberse dilatado al máximo, ya que pese a la oscuridad circundante, alcanzaba a distinguir cada elemento de la habitación. Su cuello y su cabeza no habían perdido movilidad, entonces, le resultaba más que sencillo girar hacia todos lados, haciendo un paneo visual del ambiente.

Podía ver su abdomen, y a los costados, sus brazos y manos; más allá diferenciaba en perspectiva sus rodillas y sus pies. Al frente estaba la cama donde reposaba su hermano arropado con la frazada que tenía estampada la imagen de un gran tigre de bengala. Al costado izquierdo lograba ver el enorme armario atiborrado de libros. A la derecha, la puerta de ingreso, y al costado, la ventana de vidrio con sus cortinas de tela que dejaban entrar tímidamente la luz de la calle.

Todo se mostraba tan real… Si hasta hubiera podido tocar cada objeto en caso de que sus miembros recuperaran la capacidad de moverse, pero toda tentativa por accionarlos resultaba inútil.

Fue esa percepción instintiva que suele avisarnos que estamos siendo observados la que lo indujo a levantar la vista hacia la cabecera de su cama ¡Y allí estaba! ¡Sí! Sobre la cabecera, en posición de cuclillas, ese horrible presencia demoníaca lo miraba fijamente a los ojos mientras se introducía el dedo índice derecho en una de sus fosas nasales. Todo su aspecto se asemejaba a una mezcla de buitre antropomorfo y murciélago burlón; sus fuertes patas, rematadas en poderosas garras, lo sostenían asido a la cabecera manteniéndolo firme, en tanto que agachaba su espantoso rostro para otearlo y olerlo, barriéndole el rostro con el tufo de su nauseabundo aliento. ¡Ahora sí que el pánico se había hecho presa del niño! Quiso gritar, pero su boca estaba impedida de articular sonido alguno. Pretendió mover sus brazos para golpear la cama y hacer ruido, con la intención de alertar a su hermano; intentó patalear con el mismo fin, pero ninguna porción de sus músculos y tendones correspondió a sus incitaciones. El infernal bicharraco permanecía mirándolo fijamente, deleitándose con el miedo extremo que le ocasionaba. Por momentos se acercaba más a su rostro, como para olfatear, exponiéndolo al vaho que despedía su exhalación ¿Cuánto tiempo duró esa desesperante tortura? …Es imposible de definir.

A continuación, vino el sosiego con la pérdida de la conciencia: esa muerte transitoria que ayuda a escapar de lo intolerable, la evasión hacia la negrura donde ya no hay miedos, la oquedad… la nada.

Al amanecer despertó sobresaltado por la angustia. Con agilidad, se sentó en la cama, y miró hacia la cabecera esperando hallar a la criatura, pero para su alivio, comprobó que ya no estaba. La habitación en su totalidad, estaba tal como la noche anterior, sólo faltaba el horrible visitante. Nunca contó a nadie la traumática vivencia, no lo creyó conveniente.

 Sin embargo, en los días subsiguientes, con calma fue conjeturando y buscando explicaciones a lo acontecido. No obstante, al no hallar nada razonable que respondiera al misterioso hecho, atribuyó lo ocurrido a visiones provocadas por algún desorden psicológico, producto de la ingesta de drogas que, desde hacía casi un año venía consumiendo de manera habitual. Así pues, le restó el peso espiritual que podría haberle acarreado la extraña experiencia, algo que dada su inculcada sensibilidad religiosa, obviamente le hubiera perturbado. Lo físico y mental, no le preocupaba mucho; tenía la idealizada convicción de que su cuerpo todo lo podía superar. -El bullente riego hormonal en los adolescentes, suele crear esa presunta infalibilidad-.

Muchas veces, a pesar de su acuciosidad, impropia para su edad, creía no entender nada. Había empezado a gestarse la idea de que todo lo que se mostraba ante sus sentidos como realidad, no se trataba más que de una farsa, un teatro inexistente que sólo estaba en su imaginación. -A lo mejor su familia: Padre, Madre y hermano, sólo se trataban de una mentira que su fantasiosa naturaleza había concebido como objetos en los cuales depositar su necesidad primigenia de amar, y de ese modo, tener un motivo para sufrir…-

...Se había empezado a gestar un demente.


 (Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)

DE MIS DEDOS VOLVIERON A BROTAR LAGRIMAS ROJAS

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)




Jaurías de sombras pasean incesantes a mi alrededor, sin siquiera ostentar títulos de fantasmas, simplemente están allí, allá, aquí  y acá. Están por doquier, interrumpiendo mi agridulce pero acogedora soledad, como si se regocijaran en atraer hacia mis recuerdos de esas visiones del pasado, esas que me enrostran el diseño sobre el que se edificó mi desorden genético que los hombres de sayo blanco establecieron que sería mi fiel compañera… la que ellos denominaron “MI ENFERMEDAD”.

-¡Fuera! ¡Largo de aquí! ¡Fueraaaaaaaaaaaa! ¡No me muestren ese baúl que no deseo ver! ¡No lleven mi mirada hacia esos atardeceres de tonos naranjas y rojos! ¡No quiero más de eso! ¡Noooooooooo!

Estoy solo, como lobo de fauces negras mordisqueando inútilmente el viento… ¡Pero estoy! Mas las jaurías de sombras que pasean incesantes a mi alrededor, persisten en alimentar al poeta maldito que teme otear su ayer, que no quiere tener ante sí más ocasos de tonos naranjas y rojos.

-¡Estoy solo, pero estoy aquí!

 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)




viernes, 17 de febrero de 2023

REQUIEM DESDE ESTE LADO DE LA BOTELLA


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)




Cuando todo se mostraba oscuro; cuando mis dilatadas pupilas buscaban entre el desconcierto la presencia cálida de los amigos, estiré mis manos huérfanas hacia el vacío, esperando hallar quien rozara mis dedillos con esperanza. Las únicas respuestas fueron la gélida realidad que escarchaban mis ilusiones guardadas y el ácido...

-Será para otra oportunidad-

 ¡¡Bobos!!…Como si la vida permitiera bailar el mismo vals en dos ocasiones idénticas. Como si mañana pudiera volver a ser hoy a nuestro antojo… Como si el destino y el tiempo fueran a sentarse, aguardando a que se repita el día de tu onomástico número quince…

Cierro mi libro, este que contiene heridas, risas y llantos; emociones vividas a lo largo de toda una vida. Lo pongo contra mi pecho y voy en busca de quienes deseen degustar las golosinas luminosas que desde esta cajita mágica convido.

¡Hey tú! ¿Deseas probar mis caramelos envenenados con fantasía? ¿O lo dejamos para otra oportunidad…?


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)




SÓLO LOS POETAS MUEREN MIL VECES

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)


El cielo se teñía de rojo con el desangre del Sol que asistía a su rutinario morir diario. Espeluznante momento para los espíritus depresivos. Estoy convencido de que no hay nada peor que enfrentarse a la muerte durante la hora del ocaso... mala hora para la agonía.

La doncella  irrumpió en la escena. Trastabilló cayendo sobre su rodilla derecha, con su pierna izquierda, extendida instintivamente evitó caer de bruces. Sus brazos estaban atados entre sí tras su espalda, dejando expuestos en su desnudez sus florecientes senos. La muchedumbre observaba con muda ansiedad a la bella mujer, cuya piel nívea -tan blanca como las impertinentes nubes que se infiltran rasgando los presagios macabros- La esplendorosa figura de la fémina de rostro angelical se mantenía imponente, pese a que su mirada vacía exteriorizaba la cercanía de la muerte.

Quien alardeaba de ungido sacerdote, en un estado análogo al trance, con los ojos en blanco, parecía buscar respuestas entre los nimbos celestiales. Sujetando con ambas manos el filoso puñal de pedernal, lo elevó como solicitando el beneplácito del Dios Sol. A continuación, con su brazo izquierdo rodeó el cuello de la doncella, y con su mano derecha descargó una certera puñalada en su pecho. Luego, con habilidad de cirujano, extrajo ágilmente, de entre los senos de la Doncella, el corazón aún latente.

La multitud miraba atentamente cada acción de aquella macabra parafernalia. El ungido volvió a elevar sus brazos, esta vez con el corazón de la doncella en sus manos. Consumada la ofrenda para el agonizante Sol, el gentío allí presente, abrió desmesuradamente sus ojos, a la vez que un barullo general violentaba el silencio del crepúsculo. Fue en el preciso instante en que el corazón extirpado empezó a convulsionar entre las manos del sacerdote, y como si los estertores del corazón extraído se extendieran a las entrañas del mundo, el suelo tembló, el Sol dio un fogonazo y se apagó …¿Acaso el Dios Sol desaprobaba aquel sacrificio?

El ungido entró en pánico, los brazos le temblaban. Exponiendo su miedo, dejó caer al piso el corazón aún latente. La multitud, atónita, estaba momentáneamente incapacitada para emitir exclamación alguna. Sólo había cabida para el asombro y el pánico. Ante el mutismo reinante, la Doncella sacrificada levantó la cabeza, abrió los ojos y se irguió sobre sus rodillas, a la vez que sus ataduras caían liberando sus brazos, entonces recogió su corazón y por la herida en su pecho lo devolvió a sus entrañas. Se puso de pie y levitó hacia los cielos, perdiéndose en la negrura de los cielos.

Nunca más hubo días soleados...La oscuridad se encargó de ir devorando la vida en el mundo hasta extinguirla...Después todo volvería a empezar con una nueva raza.



 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


viernes, 10 de febrero de 2023

LYRICS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)




Todo era muy extraño, muy ajeno, muy “nunca visto”; pero estaba allí, ante mi atenta mirada, reclamando que le de licencia para existir, afanándose por parecerme cotidiano… por pertenecerme. Era una deliciosa invitación a la locura y, difícilmente, quien transita por el estrecho sendero que limita entre la fantasía y la demencia, podría negarse a participar de ella.

Decenas de seres paridos por alguna mente delirante, que los concibió graciosamente deformes, danzaban, se contorsionaban, o simplemente caminaban haciendo muecas, pero siempre manteniendo la cadencia que dictaba aquella invasiva fanfarria que copaba la demencial escena. Era una coreografía alucinante, extraordinaria, exacta y saturada de colores.

Al fondo, había unas esferas de brillantes de variadas tonalidades, suspendidas por cuerdas, oscilando en diversas direcciones, y era tal la precisión que jamás chocaban entre ellas. Sobre estas, estaban montados unos seres con patas de chivo, sin cabeza y con los ojos en el centro del tórax. Brincaban acompasadamente de una a otra esfera. Un par de hermosas piernas femeninas, cada una independiente de la otra, se paseaban por el escenario haciendo gráciles y provocativas cabriolas. Un huevo rosado con patitas de madera, saltaba a la soga que agitaban, de un lado una mujer con cabeza de árbol y pies rematados en rueditas, y del otro lado un pez con cabeza de buitre. Los personajes aparecían y desaparecían de la escena, dando paso a otros de apariencia tanto o más descabellada.

De improviso, todos desaparecieron; se hizo un silencio muy denso, pero desde el  lado izquierdo fueron reapareciendo uno a uno en extensa hilera, jalando en común esfuerzo, unas andas rodantes con una caja negra que al llegar al punto central del escenario, hicieron girar, dejando ante mí su contenido: Un ángel alado de piernas y brazos mutilados que pese a la ausencia de ojos, pues su cabeza era un ovoide con una boca, supe que lloraba, realmente lo percibía ya que toda ella era un monumento a la tristeza.

El ángel comenzó a cantar en una lengua incomprensible, sin embargo yo intuí que le cantaba al amor. Todos, tanto los deformes del escenario como yo mismo -el único de la platea-, la escuchamos más que extasiados. Cuando culminó su interpretación, me puse de pie y subí al escenario, conmovido y con lágrimas que me nublaban los ojos. Abriéndome paso entre la multitud de deformes, al llegar hasta ella, me arrodille ante el anda, le agradecí por estimularme a enjuagar mis ojos y me acerqué a abrazarla. Ella, en respuesta, lamió mis mejillas y bebió de mis lágrimas.

-Canté para ti y quiero volver a hacerlo. Te espero mañana en otro de tus sueños, loco divino- Fue lo que escuche de sus labios.




 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


VENGO DE DONDE MI DEDO INDICA




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Soy ese horripilante ser con cuerpo de botella de vidrio transparente que llegó hasta aquí en algún tiempo portando en mi interior un mensaje escrito para ti. Vine flotando a la deriva entre un mar de razones. Existo, vivo, y he devorado hasta el hartazgo cuantos pecados del mundo estuvieron a mi alcance. Quizás la experiencia sea el inicio de la sabiduría, y yo debo entregarte conocimientos profundos, no conceptos que apenas si rozan la piel.

Déjame contarte al oído como adquirí mi condición de humano.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)




SOMBREROS PARA LA NOCHE



 Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)




Temo a la eterna, silenciosa y solitaria noche entre la que deambulo, pero aun así no detengo mi andar. Habito un mundo de barrotes que a duras penas si los distingo, mas percibo rejas y encierro por doquier. Creo que fueron destinados para detener mis pasos, y sin embargo no lo consiguen ya que soy como volátil humo, viajando con el viento de aquí para allá, aunque no más allá de esta bóveda oscura donde sólo hay cabida para mí y los demonios que debo enfrentar… mis propios demonios… Sí, ellos son de mi exclusiva propiedad, están dentro de mí; y aunque se empeñan en torturarme mostrándome cada minuto siguiente como insalvable, siempre me doy maña para caminar hacia nuevos instantes que se eternizan junto a mi imperecedera existencia.

Mientras dormía de pie, soñé con una lucecita, tenue, tibia, pero suficiente para que hoy, inicie mi solitario vuelo con una sonrisa…

¿Crees que por soñar lo que quizás no me corresponde soy un orate?


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


viernes, 3 de febrero de 2023

EXTRAÑO Y LEJANO COMO CARICIAS DE AYER

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)



El noble león, aunque viejo y cansado, aún se mantiene en pie, pues sabe que su grácil y delicada hembra, cual fémina cariñosa y complaciente, aguarda por él, confiando en que por ella vendrá un guerrero y no un desgastado ejemplar de zoológico.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


VARADOS EN UNA PESADILLA

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)



El filo de la hoja inicia su premeditado recorrido abriéndose paso entre el ruido de la muchedumbre y el espacio propiedad del viento. La piel no le detiene, el tejido pulmonar tampoco. Limpiamente, el frío metal se aloja en el mismo centro del corazón, susurrando que su mensaje es el último, que luego de ello no habrá más…

Un ¡OH!, y luego, el dictatorial silencio. El hombre empieza su lenta caída. Desde su cuerpo erguido hasta el suelo, hay una eternidad… Y sí, todos pueden ver al detalle cómo se desploma. Él es una leyenda y las leyendas caen lentamente, pues tras su caída arrastran todo un orden, una filosofía, un modo de interpretar y enfrentar la vida…Está cayendo un ejemplo a seguir.

Cuando su boca abierta, por fin mordió el polvo, miles de manos cubrieron millares de rostros pletóricos de estupor. Ya nada sería igual. Quien trajo el mensaje del fin, puede descansar y gozar la satisfacción de ver su obra cumplida.

“Nunca mates a quien hace la historia, si no eres capaz de continuar escribiéndola tú, o muchas almas quedarán gritando en el vacío”.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)





sábado, 28 de enero de 2023

MI ESPEJO RIMA AL VACÍO

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)




¡Sí! ¡Hoy es un día diferente! Entre la eternidad de días que llevo aquí, todos ellos plagados de desdichas y sabores amargos, el día de hoy es un día diferente; un día muy especial en el que mi resiliencia y terca emotividad parecen colapsar, pues el sentido de la vida pierde todo significado ante el olor a cadáver que despide mi cuerpo, así como la lobreguez de mi alma inútil e incapaz de hallar la llave para abrir esa verja de frío metal, terca cual demarcador del cautiverio que llevo sobre los omóplatos de mi subconsciente.

Y aquí continúo, con los mismos recuerdos, los mismos anhelos de sueños dorados… Aunque ahora, con la certeza de lo inválido de mi pasado y el único argumento de continuar hacia adelante guiado por la inercia de esa convicción: “Es el, EL MUY GRANDE, quien tiene la exclusiva potestad de decidir cuándo se debe apagar mi farol”.

Por ahora, hoy es un día diferente.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


SENTAOS A ESPERAR

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)



Allí está la diaria noche de cerrazón, y para variar, reclama enfrentarla. El ojo avizor es el de ese guerrero de siempre, torpe pero testarudo que, aun cuando sólo se le confirió una inútil réplica de espada en frágil madera, jamás retrocedió ante las ridículas parodias de luchar contra las tempestades ¡Reíd, huestes de peregrinos, ante este Quijote de ridículo yelmo en forma de embudo!

“¡No grites mi nombre en la línea del viento, ni escribas tu celo reclamado mi tiempo! Mi adoración está a flor de labios pero escapa a los hechos”. Repetía el calco de tierna Dulcinea, mientras el guerrero de brazos fornidos la miraba atónito pues no comprendía sus palabras.

Este compulsivo peleador lanzaba tajos de salva con la diestra, mientras que con la siniestra sostenía un trozo rectangular de cartulina con un dibujo de fémina desnuda cual escudo. Va dando pasos rengos que no son más que tumbos, pero sin variar su norte que es el frente ¡Que vengan a por él los ejércitos de la falacia y la duda, si desean enterarse de la rudeza de su lomo para afrontar desdichas!

“Vive tu día a día, que para mí paz transito yo. Refúgiate entre tus versos e imágenes del ángel débil, cuyas alas de ayer inutilizaron tus plumas para el hoy”. Era la voz constante de Dulcinea, retumbando en la cabeza del Quijote.

Aconteció un día que, entre la coreografía de pugna, la espada de madera rozó su pierna derecha y se quebró, más un luchador jamás se amilana. Abrió su boca y mostrando su desgastada dentadura, continuó desafiante, amenazando con dentellar a Fulano, Zutano, y al mismísimo Perengano si se interponían entre sus delirios de amores injustos y sueños de editar historias imposibles de vivir.

“Carecen mis libertades de una lengua que lama tus heridas al interior de tu pecho. Hay deseo y afán de risas propias, en primera fila. Lidia tú con los hechizos que te adjudicaste y que para mí son ajenos y tan lejanos como distantes leguas”, pronunciaron los ojillos azulados, huérfanos de cejas en un domingo de cautiverio.

Al oír a su adorada niña, el batallador cerró su jaula portátil y se sentó a degustar el humo de su cigarro barato, aunque no por ello menos adormecedor. En esa posición, y con resignada complacencia, concluyó: 

“Quiere que me vaya a continuar mis guerras a otros confines, justo ahora que perdí mi yelmo de embudo, mi escudo de cartulina y mi espadita de madera que se rompió…”

Aún permanece allí el batallador, mostrando los dientes a Fulano, Zutano, y al mismísimo Perengano…Aunque ya no hay Dulcinea por quien batallar.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)



lunes, 16 de enero de 2023

SCENARIO ENVOLVENTE



Ilustración y letras de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)



La dulce Popea

Se metió en el calor.

No le atrae la juerga,

Lo hace por compartir su locura de amor

Globos grandes, tiernos, suaves.

A nadie le niega

Sus pechos de miel,

Y si cruza las piernas, te invita al placer.

¡Qué calor!


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


 

miércoles, 11 de enero de 2023

ETERNIDAD PARA LOS AGUARDANTES

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

  (Derechos de autor, protegidos)



Se espera, siempre se espera. Si caminas, esperas llegar a un lugar; si te detienes, esperas al tiempo pasar; si hablas, esperas ser escuchado; si callas, esperas que se respete tu silencio; si vives, esperas vivir más; si vas a morir, esperas que sea pronto y que no duela.

Se espera, siempre se espera…

Este rostro se veló con caretas horribles, con máscaras angelicales; algunas eran cabezas de animales, otras de niños sonrientes, y también las hubo de bebés lloriqueando ¿Qué importa cuál fuere la careta de turno si siempre estuve esperando? Estos ojillos tras las cuencas de cualquiera de las caretas, siempre miraban en un rango de derecha a izquierda y viceversa, esperando, angustiados, el ataque artero, el mal momento por venir.

Se espera, siempre se espera…

Hoy guardé mi colección de caretas, quería que vieras este rostro sin veladuras, quería que juntos soñáramos el mismo sueño, y fuiste complaciente. Sorbí el almíbar de tus entrañas y estuve dentro de ti. Ahora, esta imborrable sonrisa, sólo espera su perennidad ante ti…

Se espera, siempre se espera, pero ahora, mientras esperamos, reímos juntos la misma risa.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


martes, 10 de enero de 2023

VESTIDO DE FABULA PARA ACUNARTE



Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.
Cap. final del libro "Delirios del Lirio"
  (Derechos de autor, protegidos)



La tertulia es un bocado largo; se paladea, se saborea. La disfruta quien habla, y también quienes escuchan. Si la charla es incoherente, mucho mejor. Aunque esta, más que charla, era un monólogo continuo. 

Cual si tuviera mil bolsillos imaginarios, el Cuentero iba sacando historia tras historia. Los oyentes, boquiabiertos, apenas si se limitaban a asentir por momentos con alguna gesticulación, mueca, o pronunciando un breve “¡Ajá!”, o un “¡Claro!” …

En determinado momento, el Cuentero requirió de un adjetivo huidizo, entonces cerró los ojos un instante, como si fuera a hurgar su mente en busca del ansiado adjetivo.

Al volver a abrir los ojos, algo no encajaba… Algo había variado radicalmente en el contexto.¡¡Sí!! ¡¡Ya no eran las mismas caras conocidas de los oyentes!! Ya no era el mismo lugar…Ni siquiera era la misma noche…

La primera reacción del Cuentero fue el pánico - ¿Qué está pasando? - Instintivamente intentó ponerse de pie, mas los que ahora le rodeaban se lo impidieron.

-No se pare…

*- ¿Por qué…?

-Se cayó, se golpeó la cabeza, y estuvo sin conocimiento por unos minutos. Es mejor que espere a que llamemos a algún familiar o algún conocido suyo…

El Cuentero se llevó las manos a la cabeza, y entonces pudo palpar que sus largos cabellos estaban empapados de una sustancia gelatinosa. Cuando miró las palmas de sus manos se dio cuenta que era sangre en proceso de coagulación.  ¿Qué había ocurrido realmente? ¿Cómo llegó a este lugar? ¿Dónde quedaron los amigos con quienes estuvo tertuliando hacía un instante? 

Al Cuentero sólo se le ocurrió huir despavorido de aquella extraña realidad repentina, mas, al primer tranco, sus piernas no reaccionaron a la altura de las exigencias. Trastabilló y cayó pesadamente al piso, recayendo el impacto de la colisión sobre su mano derecha.

-Señor, cálmese. Ya está en camino el auxilio médico. 

El dolor obligó al Cuentero a encoger su brazo derecho para sobarse. Fue allí que notó lo arrugadas y envejecidas que estaban sus manos. Su cuerpo en sí, estaba falto de musculatura, agotado, desgastado…Un cuerpo de anciano.  ¿Cómo pudo ocurrir esto en un abrir y cerrar de ojos? -

Arrastrándose hacia atrás, apoyándose sobre sus caderas y codos, El Cuentero, desesperado, se apresuró por alejarse de esa pesadilla... ¡Huir!  ¡Huir!  ¡Huir! 

Esta vez el cambio también fue repentino, pero no hubo brusquedad. Todo varió, pero fue como una veladura, suave, sutil, esfumada…Ahora él se impulsaba con unas piernas muy largas, flexibles y elásticas. Se deslizaba casi flotando por entre un camino heterogéneo de distancias planas y graderías. A su derecha se mostraba una inacabable pared de ladrillos, con una secuencia horizontal de ventanas desde donde le observaban personas que en algún momento debió conocer, pues sus rostros le resultaban familiares. Que no hubiera hecho por evitar mirarlos, pero su vista era atraída por esos rostros tristes y sombríos que aparecían en las ventanas. Verlos le dolía. Había algo en esas visiones que le hacía daño. Estaba llorando, y sufría, mas no aminoró la velocidad de su carrera. Aun así, el deslizamiento de su existencia se desfasó con la vista de la inacabable pared que se presentaba a su derecha. El paso de las ventanas frente a sus retinas fue adquiriendo más y más velocidad, hasta hacérsele imposible distinguir nada. Sólo podía percibir el vértigo moviéndose a su derecha.

Cuando detuvo su correría, el paisaje se mostró desoladoramente plano y sin fin, estéril, vacío. Sin atrás, sin adelante. Sin Este ni Oeste, sin Norte ni Sur. Hacia donde mirara, sólo hallaba la soledad más profunda. La madre de las ausencias y las carencias. Esa soledad que ni permite rezar, pues en ella no hay cabida para ningún Dios …

El Cuentero se derrumbó sobre sus rodillas. Los recuerdos de sus mil vidas, ahora resultaban un peso excesivo para su organismo cansado y desgastado por esa vejez fortuita y repentina…

Vinieron a su mente, Eva… Su Madre… Magdalena…Emérita, Betsy, Esther, Diana, Lucy, Patricia…y Myriam. Todas con sus diferentes rostros, pero con el mismo aroma feromonal en sus pieles, y las mismas ojeras color promesa ¡¡Claro!! Siempre fueron la misma, sólo variaba su rostro para no ser conocida sino, reconocida.

*-Ella nunca vino. Todo fue una mentira. A ella la inventé yo…

En esas circunstancias, en ese instante, la mente del Cuentero había empezado a sufrir repentinos arrebatos de cordura selectiva. Seguía sumergido en esa vorágine de realidad delirante, pero por momentos sus recuerdos daban brincos cada vez más prolongados hacia la lucidez.

Había vivido mil vidas, miles de aventuras, y los recuerdos de todo ello estaban intactos, dentro de su cerebro. Allí estaban minuciosamente detallados, olores, texturas, sabores, sensaciones y sentimientos transcurridos. Las luchas, las lágrimas; las plumas blancas que aparecían inexplicablemente ¡¡Claro, las plumas!!

Entre sus mil vidas, en cada una de sus aventuras siempre ocurría un hecho por demás inquietante…como por arte de magia en algún momento aparecían plumas blancas.

Entonces el Cuentero reparó en que estaba desnudo, y que llevaba un armatoste sujeto a sus hombros por unas correas, y del cual sobresalían un par de largas varillas de las que se sujetaban algunas tiritas de papel blanco. El Cuentero se llevó las manos al rostro y lloró como un niño.

Los recuerdos cobraron ribetes de una nitidez tan vívida que casi eran palpables…

*-Estas ridículas alas las fabriqué yo hace mucho. Las hice con mis propias manos; con varillas de desechos y les fui pegando tiritas de papel para simular plumas. Con ellas me auto confeccioné la mentira de que yo podía volar…

La fantasía que su mente afiebrada le otorgara todo ese tiempo, ahora se desvanecía. Aquellas alas que otrora se le antojaron majestuosas, ahora se le presentaban tal cual: Un armatoste inútil, hecho de varillas de desecho, y con algunas tiritas de papel, que aún se mantenían tercamente pegadas.

Nunca vino Eva, nunca vino su madre, nunca vino Magdalena, ni Emérita, ni Betsy, ni Esther, ni Diana…ni Lucy…ni Patricia…tampoco Myriam.

Nunca hubo mil vidas, ni aventuras épicas. Quizás ni siquiera hubo tertulias con sus monólogos continuados…

Roto el hechizo de su delirante magia, el Cuentero supo que aquellas preciosas plumas blancas que hallaba en sus imaginarias aventuras, no eran más que las tiritas de papel que iban desprendiéndose de su armatoste…

*-Todo fue una mentira. Todo esto me lo inventé para hacer soportable mi soledad. 

 El Cuentero permaneció arrodillado, con ambas manos cubriéndose el rostro, sumiéndose entre la tristeza y la desesperanza. Su magia se había acabado ¿Cómo digerir la orfandad de razones para continuar la ruta que el destino le asignó?

Quizás fue solo un instante, quizás hubo transcurrido una eternidad… Quizás ya no había más lágrimas para derramar. Lentamente el Cuentero fue retirando sus manos liberando de a pocos su mirada. Entonces sus enrojecidos ojos se abrieron desmesuradamente y una amplia sonrisa cobró vida en él…

Frente a sí, entre sus rodillas, yacían un par de hermosas plumas blancas.


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)