Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.
Cap. 18 del libro "Delirios del Lirio"
(Derechos de autor, protegidos)
*-¿Crees que te temo? He estado cara a cara contigo en muchas ocasiones de todas estas mil vidas que me tocaron vivir y nunca bajé mi mirada, siempre me planté ante ti desafiante. Fui león, fui druida, fui oso de peluche, fui soñador errante. Fui gato, fui consejero de reyes, fui fabricante de ilusiones y mundos fantásticos. Fui lobo vagabundo entre bestias y humanos, fui solitario por designio, fui un eterno enamorado del amor que apenas conocí por instantes. Fui titán, fui dragón de enormes patas caminando con delicadeza para no pisotear las margaritas de mi jardín. Fui pez nadando contra la corriente, fui guerrero luchador de batallas de antemano perdidas, pero nunca te temí… Sólo fuiste un trámite en mis mil vidas. Mil vidas viví, mil muertes morí bajo el filo de tu guadaña y mil veces renací para tu desconcierto. Por ello me odias, por ello me detestas, porque nunca dejé de sonreír ante tu presencia, porque siempre fui testarudo y me empeciné en volver a vivir… y no te tuve miedo. Ahora cometiste un error, pusiste tus garras sobre la ninfa que se me dio para amar; tomaste sus cabellos y cual si fuera un despojo arrastraste su delicado cuerpecillo por todo el desierto de la confusión. Te crees triunfadora, te regocijas en tu soberbia ufanándote de ser el fin de los fines. Te deleitas tejiendo la mortaja que destinaste para envolver sus restos. Esta contienda de vidas y muertes era sólo entre tú y yo, mas tu impotencia te ha llevado a ensañarte con ella ¿Para darme un escarmiento? ¿Para hacerme sentir que tienes el poder de segar lo que El Orden Universal siembra y alienta?...Pues cometiste un error. Tiembla Muerte, pues voy tras tus pasos ¡Ella no es para ti! Yo la perdí entre los vericuetos de mis mil vidas pero la busqué incesantemente y ahora que la hallé, no renunciaré a adorarla. Voy por ella y si insistes en cruzarte en nuestro camino, te juro que te haré sentir toda mi ira contenida en estas mil vidas que me tocaron vivir bajo tu acoso.-
El Titán descubrió completamente su cuerpo ya que la desnudez es muestra de pureza y sinceridad y así se debe enfrentar a aquello que te depara el destino. Aunque pareciera contradictorio, por amor tenía una cita impostergable con la muerte y debía acudir puntual. Entonces inició su andar; el desierto de la confusión se mostraba interminable, hostil, áspero y reseco como la agonía ¿Pero qué puede disuadir a un luchador dispuesto a pelear por amor? Caminaba y caminaba en línea recta y aunque no veía su norte lo guiaba su instinto. Previamente había cosido sus parpados para así ignorar las distancias y evitar el desánimo. Su espalda iba ampollándose por la inclemencia abrasadora del sol. Su pecho y rostro sangraban a causa de la fricción de la arena que traían los vientos y golpeaban contra su humanidad, pero nada detenía su terco andar. Caía, respiraba profundamente, escupía la arena que se le introducía por la nariz y la boca, se erguía y seguía caminando, a ciegas, pero siempre en línea recta. Sólo detectaba la caída de la noche por la baja repentina de la temperatura. El frío gélido y penetrante hería su piel tanto como el calor del mediodía pero ¿Qué dolor o sufrimiento podría desalentar al guerrero que por amor se encaminó al encuentro de la mismísima muerte?
Cuántos días con sus respectivas noches llevaba caminando, no importaba. La noción de tiempo y espacio se había esfumado, al igual que el cansancio, hambre, sed, dolor y miedo. Nada importaba más que mantener el rumbo y llegar lo más antes posible a su destino.
Sumido en su ceguera voluntaria, el titán es avisado de la cercanía de la guarida de la muerte, pues el camino se había tornado pronunciadamente descendente y por los olores pestilentes que ahora viajan en el viento, la inercia hizo trastabillar al Titán, haciéndole perder el equilibrio y rodando cuesta abajo hasta que un golpe seco detuvo su caída. Momento de descoser sus parpados. Luego de mucho tiempo de oscuridad, volver a ver la luz resulta saturante y enceguecedor, por lo que decidió sentarse a secar el líquido que brota de sus inflamados ojos. En ese estado es que escuchó una voz enérgica que le decía:
-¡Aquí sólo llegan cadáveres y tú no pareces serlo ¿Qué es lo que buscas?- La visión aún era borrosa y sin embargo podía ver al barquero que mientras le hablaba iba cargando cuerpos en su barca, no sin antes abrirles la boca y extraer las monedas que bajo la lengua traía cada uno de ellos. Al aclararse su vista, el Titán se acercó al barquero, quien inmutable, continuaba su tarea de cargar cadáveres a su barca-¿Acaso eres un alma que camina en pena? ¿Qué es lo que buscas aquí?
*-Busco a la niña que amo. La Muerte la trajo y he venido a arrebatársela.
-Eres un demente. Nadie puede quitar a la Muerte lo que toma como propiedad.
*-¿Crees que vine hasta aquí para irme sin mí amada en brazos?
-Si tienes una moneda, te haré cruzar este charco pestilente y te llevaré a la morada de la Muerte, aunque te advierto que de allí no ha regresado nadie…
*-No poseo moneda alguna pero igual me llevarás al otro lado o empezaré a desatar mi ira contra ti, asqueroso carroñero.
Cruzaron las fangosas aguas esquivando los miles de cuerpos putrefactos que flotaban en ellas. Al llegar al otro lado no hubo despedidas. El barquero empezó a descargar su macabro flete y el Titán, en silencio, se encaminó a enfrentar a la Muerte.
El espectáculo era dantesco: cadáveres en estado de descomposición regados por doquier, cráneos y osamentas desparramadas a los pies de la gran Señora del fin de los fines. Ella era enorme; su tamaño y aspecto inspiraban pavor y el Titán no fue ajeno a la conmoción que infundía su magnificencia. A su alrededor aletearon vampíricas criaturas lanzando ensordecedores chillidos. Al estar frente a su mirada de cuencas vacías hizo retroceder al Titán un par de pasos. Un severo escalofrío recorrió su columna vertebral y algo muy cercano al pánico se apoderó de sus sentidos. Fue entonces cuando un haz de luz, proveniente de muy arriba, se abrió paso entre la oscuridad y la penumbra, posándose sobre la figura desnuda del gran hombre que por amor había llegado hasta allí para desafiar a la Muerte. El haz de luz dejó a la vista, sobre tules flotantes, el cuerpo de su amada ninfa en espera de que la dama de la guadaña sorbiera su esencia.
El Titán infló su pecho y lanzó un grito que retumbó por todo ese mundo subterráneo:
-¡Magdalenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!- E intentó llegar a ella, mas la Muerte interpuso su pantorrilla derecha haciéndole tropezar y caer de bruces con tal violencia que el Titán quedó inconsciente.
La niña, al oír el grito, como volviendo de un profundo letargo, fue abriendo sus ojos lentamente, entonces pudo intuir la acción venidera…
La muerte estiró su brazo, alzó amenazante su enorme puño y descargó tremendo golpe contra el cuerpo del atrevido Titán. Se disponía a rematar al Titán que yacía a su merced...
En ese momento, la ninfa irrumpió de un salto interponiéndose entre el puño de la muerte y el inerte cuerpo del Titán. Entre sus delicadas manitas traía un par de plumas blancas y dirigiéndose a la Muerte dijo:
-¡No lo toques! Él Debía llegar hasta aquí para recuperar su inmortalidad. Ni él ni yo somos para ti…Vinimos porque escrito estaba-
Seguidamente sin quitar su desafiante mirada de la vista de la Muerte, con inusitada energía clavó profundamente una pluma en cada omóplato haciendo manar dos borbotones de sangre de la espalda del Titán. Lo tomó de ambos brazos, y así, arrastrándolo, se fueron alejando…
-Viniste hasta aquí por mí y estás a un paso de recuperar tus alas…-
La Muerte aun transita las tinieblas rumiando la desdicha de su fracaso.