Pasaron días, pasaron noches; hubo días soleados, pero más de
los otros… sin embargo, la luz no pronunció palabra alguna. Hay veces en que
las lágrimas son desplazadas por la razón, entonces es el momento de virar el
rumbo y buscar esa misma voz, pero en otros labios.
sábado, 2 de noviembre de 2019
PERDÍ MI LUCIÉRNAGA CELESTE
jueves, 12 de septiembre de 2019
LUNA DE HIEL EN EL MARAJO
Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.
(Derechos de autor,
protegidos)
Desde tiempos inmemorables había estado allí. Al amparo de su
sombra fue que el ánima del viejo Enrique, entre humaredas de hashish se les apareció
a ese par de niños locos para entre risas anunciarles la muerte de la madre de
Tawapara. Fue bajo su follaje, que Vicentico se ocultó para vestirse con aquel
ridículo disfraz de lagarto, que llevaría por el resto de su vida mientras
peregrinaba por el mundo repartiendo sus caramelos envenenados de fantasía. Fue
de entre sus ramas que, en los albores de la humanidad, descendió el primer par
de amantes que interactuó con los venidos de las estrellas. Muchos de los
acontecimientos más relevantes de esta comarca triste y fantasmal, se gestaron
al pie de este árbol milenario, ahora sin hojas y sin sombra que proyectar.
Un día, proveniente de algún sueño afiebrado, a los pies del
viejo roble, se materializó un iluminado; mezcla de druida, orate, mago y artista.
Tenía una encantadora sonrisa y la mirada estúpida, pero limpia, como la mirada
de aquellos seres incapaces de entender lo más elemental.
El viejo árbol pareció contagiarse de la alegría que irradiaba el recién llegado, e inexplicablemente empezó a coparse con el verdor de renovadas y lustrosas hojas.
Una creciente multitud de curiosos ávidos de creer en algo, fueron agolpándose alrededor del roble para ver su milagroso reverdecer y observar de cerca al iluminado, quien con su saliva iba tejiendo unas tupidas esterillas, que luego de secarlas al sol, usaba para garabatear en ellas, símbolos y figuras extrañas. Como tinta utilizaba una mezcla de sus propias lágrimas y tierra, aplicándola con su dedo índice derecho.
Nadie se iba del lugar sin llevar, aunque sea uno de los peculiares lienzos garabateados que el recién llegado obsequiaba con entusiasmo, sembrando con ello más y más sonrisas entre los asistentes. Especialmente las mujeres estaban auto-convencidas que aquellos símbolos tenían poderes curativos contra los males de amor y las heridas del alma. La comarca en pleno ahora rebosaba de alegría, contagiada por el brillo del recién materializado. Muchos se acercaban para tocarlo y untarse los dedos de las manos con su sudor.
El iluminado jamás descansaba, nunca dormía… tampoco se
alimentaba. De sus espaldas había brotado algo parecido a raíces que se
adhirieron al milenario roble; al parecer de esa manera parasitaba la energía
vital del árbol.
Una mañana, todo varió. La multitud arremolinada ante el
viejo árbol había desviado su atención hacia la repentina aparición de una
hermosa mujer de piel color turquesa que, con total desparpajo se exhibía
desnuda, mientras gruñía amenazante a quien intentara acercarse al iluminado.
Esta agresiva manera de reclamar exclusividad dio sus frutos. Entonces, ya
nadie pudo acercarse… Ya nadie pudo tocarlo, ni tampoco recibir de sus manos
las esterillas garabateadas.
Poco a poco la multitud fue perdiendo el interés, hasta
ignorar por completo al viejo roble, al iluminado y a la agresiva mujer con
piel color turquesa. Ella sonreía satisfecha al ver logrado su egoísta
objetivo, mas el iluminado no cesó de llorar por cuarenta y dos días con sus
respectivas noches.
La comarca volvió a sumirse en su triste y fantasmal aspecto.
La ilusión del iluminado que repartía sonrisas y alegría se había esfumado…
Al cabo de las seis semanas, el iluminado arrancó con sus
manos los apéndices con forma de raíces, que lo conectaban al roble, y tal como
vino, se fue en silencio.
El milenario árbol perdió sus hojas y paulatinamente fue
secándose hasta convertirse en un leño inerte.
Inútil resultarían las caricias y lágrimas incontenibles con
que la mujer de piel color turquesa, desesperadamente lo regaba intentando
reverdecer lo ya concluido.
“Hay destinos que jamás debieran cruzarse, aunque la vida
parezca permitirlo”
miércoles, 10 de enero de 2018
SENDERO ENTRE VOCES MUDAS
No importa si estás al otro extremo… tú siempre estás. La
lejanía es apenas un detalle; las puertas siempre se hallan abiertas aguardando
nuestra sincera desnudez. Mis dedos siempre alcanzan los tuyos, y tomados de la
mano, siempre es posible retozar entre aquel fantástico jardincito que llenamos
de flores, árboles y frutos, pintados a mano con las temperas que fluyen de
nuestra sinrazón.
Cómo obviar oír tu voz si mi norte lo vas indicando tú, si
aquel delirante farol que esgrimes en tu diestra es el que sopla las velas de
mi navío extraviado y ciego.
Si no puedo esquivar las piedras, tú las convertirás en risas pues mi ángel involuntario eres.
El Artista mayor te envió…
sábado, 28 de octubre de 2017
¿AMOR O DESEO?
Monólogo sobre mis conceptos personales acerca del amor. No es mi intención, crear discrepancia o
polémica sobre el tema. Mi único propósito es sembrar el interés por analizar y
dudar, pues intuyo que el confiar en la existencia de verdades absolutas es una
tara que nos han ido instalando para hacernos proclives a ser manipulados.
jueves, 19 de octubre de 2017
ESTE VECINDARIO DONDE COMEMOS PECADOS
Ya puedes estar tranquilo, ya no hay que temer. Viajé hacia
CERTEZA y puedo jurarte que todo esto no es más que un sueño, me estás soñando
a mí. Lo que leíste sobre transverberación nunca fue escrito, lo que vociferó
la guitarra de Hendrix nunca fue tocado, tu andar nunca fue caminado… ni
siquiera tus dolores fueron sentidos nunca, tus retinas jamás miraron nada, las
injurias y cobardías de Carlos M. Salazar Ramirez nunca fueron pronunciadas.
Todo es irreal. Ya no debes preocuparte por si cuando no estés más aquí el
mundo pueda ser o no diferente, porque nunca te irás… porque nunca estuviste
AQUÍ…porque AQUÍ nunca existió… Porque todo es sólo el sueño de un soñador que
nunca soñó. Allá afuera, sin más, hay un humo verduzco que carece de humareda y
no tiene color.
Lo siento, loco mío pero debía decírtelo. Estoy cansado de no
existir y tú te empeñabas en mantenerme vivo… Lo siento… Lo siento…