Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.
(Derechos de autor,
protegidos)
Tu despertar fue aquí, en esta burbuja bendita donde la
Ataraxia es dádiva por defecto, la ausencia de temores y necesidades. Puedes
estar de cabeza y estás cómodo. La temperatura siempre es la ideal y tu
alimento fluye por naturaleza… ¿Acaso es la sucursal del idealizado Cielo?
Han transcurrido treinta y seis periodos de siete días y de
pronto tu paz se quiebra; todo vira hacia el caos. La burbuja que te contuvo
ahora se estremece en violentas contracciones que estrujan tu ser: -¡Te
presento al Dolor!- El espacio mismo te aprieta; no comprendes el afán de esa
fuerza por desalojarte de tu Cielo.
Sumado al empuje que te está desalojando, otra fuerza
proveniente del exterior sujeta firmemente tu cabecita y tira de ella con
violencia, como si quisiera arrancarla de tu cuerpecillo. Ahora estás en un
mundo nuevo; quizás frío, quizás caliente, pero indudablemente cruel, doloroso,
hostil. No puedes respirar. Por primera vez te hallas cara a cara con la
muerte: -¡Te presento al pánico!- No entiendes porque te hiciste merecedor a
padecer esto.
Un golpe seco, con inusitada violencia se estrella contra tus
nalgas. El dolor es intenso, aunque sirvió para desbloquear tu respiración.
Estas jadeando, respiras sin ritmo; tu pecho, tu cabeza, tu alma misma parece
querer estallar. Se te hace obsesivamente necesario el recuerdo de tu burbuja,
la anhelas, extrañas su tibieza y su aroma ¡Si. Necesitas su aroma! Pero te
están alejando de su ansiado olor; más lejos, cada vez más lejos: -¡Te presento
a la soledad! Al abandono que aprieta, hiere y mata.
Es demasiado sufrimiento junto, es una tortura in crescendo
que no cesa, deseas desaparecer, que todo culmine: -¡Te presento a la locura!-
Ella será el mecanismo de defensa al que podrás recurrir cada vez que debas
enfrentar lo insoportable.
¡Esto es la vida! ¡Acabas de nacer, maldito Demente!