-Te traje hasta aquí. He sido tu guía entre la oscuridad,
pero este umbral deberás atravesarlo solo. Allí dentro están tus demonios más
recónditos y debes enfrentarlos en soledad. Esa oscuridad te pertenece; debes
saldar lo que tengas pendiente con tus infiernos, yo esperaré aquí tu regreso.
Una lejana luz mortecina de color naranja era todo lo que
quebrantaba la penumbra en que se sumía el lugar. Apenas si podía distinguir en
siluetas las esferas irregulares diseminadas en la cercanía. Más allá, sólo la
vasta lejanía perdiéndose en la negrura.
Arrastrando los pies, para facilitarse el tanteo de lo que
pisaba, el “Buscador” fue deslizándose entre las esferas, algunas superaban la
altura de sus hombros, y se estremecían, era evidente que contenían algo en sus
entrañas.
La madre de los pánicos estaba haciendo presa de él, pero si
había llegado hasta allí, no cabía la opción de detenerse. Debía continuar. Lo
peor que podía ocurrirle era morir, y sin embargo estaba consciente que la
muerte, por terrible que fuera, sería la antesala a su renacimiento.
Repentinamente reconoció aquel aroma que se le hacía familiar. Estaba en el ambiente, y rapidamente invadió por completo sus pituitarias ¡Sí! Era la
fragancia del “Éxtasis 69”, ese perfume barato que, con orgullo, Emérita solía
aromatizar su piel.
Dio unos pasos a tientas, tratando de ubicar la procedencia
del aroma, pero tropezó y cayó sobre una de las esferas, descubriendo que esta
y las demás eran cascarones como de grandes huevos y estaban quebradas de tal
forma que se podía acceder a su interior. Algo latente, con vida, había en su
interior.
Quiso salir corriendo y huir, pero ¿hacia dónde? Estaba completamente desubicado. No recordaba
en qué dirección quedó el umbral por donde ingresó a ese extraño mundo.
Entonces se contuvo.
La fragancia del “Éxtasis 69” se hizo más intensa. Moviéndose
a gatas localizó su origen; provenía desde uno de los cascarones. Para qué
otear al interior si igual no vería nada…
Largo rato estuvo allí, quieto, entremezclando su miedo y su
curiosidad. La fragancia fue tornándose en un llamado feromonal, al extremo que
el ingresar al cascarón se le presentaba como una urgencia. No lo dudó, entró.
Lo que había en su interior, empezó a moverse agitándose en
suaves ondulaciones que fueron rozando su humanidad, cada vez con mayor
atrevimiento. Su dermis era suave y delicada, inquietante, perturbadora, y
hasta excitante. Se recostó sobre lo que allí se meneaba y tuvo algo similar a
una cópula. Fue tan intenso todo que luego cayó en un adormecimiento, pero
consciente.
Desde su parálisis pudo percibir que estaba siendo devorado
vivo por aquello que momentos antes le había proporcionado placer, como una
amante. Quiso gritar pero no pudo. Su cuerpo estaba siendo mutilado a
dentelladas, y él no podía moverse, ni su boca podía emitir sonido alguno, sólo
le quedaba ver en siluetas el festín del cual él era el manjar. Luego… la nada.
Cuando volvió la luz, no consiguió recobrar ni el movimiento
ni el habla. El guía introdujo en una de sus fosas nasales una pequeña
cerbatana y por ella sopló algo que llegó hiriéndole, en su recorrido, hasta el
mismo cerebro. Las convulsiones fueron aviso de que su cuerpo estaba allí ¡No
había sido devorado! Tampoco había fuerzas para alegrarse, pero sintió alivio.
Alguien puso entre sus manos una patata recién cultivada que
todavía tenía tierra húmeda pegoteada a su cáscara
-Abrigala, que ella se llevará el color gris de tu aura-
Luego le colocaron un paño sobre los ojos. Lo último que escuchó fue:
-Hoy lograste vencer.
Mañana retornaremos al umbral puesto que aún te quedan
muchas…batallas…contra…tus…de…mo…ni…oooooo…ssss…