Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía
(Derechos de autor, Protegidos)
La horda venía del sur. Cual enjambre, cada vez eran más y no
paraban de correr, siempre mirando hacia adelante. Únicamente voltearon para
ver el nacimiento de su Reina, la voluptuosa madre dadora de vida, luego no
pararon de correr. Miles de machos sementales copulaban sin cesar por cuanto
orificio tenía la Reina… siempre a la carrera…
Ella, insaciable, acogía a todos. Quienes eyaculaban, caían
rendidos y eran pisoteados y devorados por quienes venían detrás. Al igual que
las piernas en trote, el festín de sexo nunca se detenía. Sólo la Reina ponía
los huevos que posteriormente, serían más miembros para la horda. A la sazón
había que mantener su fertilidad latente… siempre a la carrera…
Miles de manos escamosas llenas de polvo, mugre, sangre y
babas, contribuían a excitar a la dadora de vida manoseando cada centímetro,
cada pliegue de su piel... siempre a la carrera…
De los millones de huevos que de la Reina brotaban, muchos
eran pisoteados y devorados por la horda. Los que lograban salir ilesos eran
rápidamente acogidos y abrigados por obreros eunucos cuales madres sustitutas
que, con el calor de sus cochambrosos cuerpos, los ayudaban a eclosionar…y la
carrera de la horda continuaba. Copulando, dando vida, tragando restos,
empollando huevos y siempre corriendo. Todo era una constante, solamente
variaba el volumen de la horda, cada vez más numerosa, y las piernas de la
Reina. La carrera había desgastado sus pies y ahora sus extremidades inferiores
terminaban en los tobillos. A cada paso, la fricción limaba músculos y huesos.
El olor de la sangre estimulaba a los machos sementales, aumentando el frenesí.
Cada paso era una tortura para la Reina, mas su avidez de sexo no decaía. Las pantorrillas
habían desaparecido y la dadora de vida corría sobre los muñones de sus muslos
sangrantes, pero no cesaba de copular y producir huevos… siempre a la carrera…
Cuando ya no quedó resquicio de piernas, la Reina cayo de
bruces, más la inercia que imprimía la carrera de la horda, continuó
arrastrándola por varios kilómetros. Cuando por fin se detuvieron, la otrora
dadora de vida apenas si era una masa sanguinolenta, y sin embargo, los machos
sementales continuaban copulando los restos que de ella quedaban. Sólo
detuvieron su macabra orgía cuando los obreros eunucos mostraron a la recién
nacida, sucesora de la Reina. Entonces se reanudó la carrera, la cópula
insaciable, la producción de huevos y la tragazón de restos… siempre a la
carrera…
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