Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.
(Derechos de autor, protegidos)
-Dime ¿Porqué permitiste que tu padre abriera tu cráneo y jugueteara con lo que tienes allí dentro? ¡Si sabes cómo es de distraído y olvidadizo! Ahora que desordenó tu cordura, serás parte de esa legión de errantes sin sosiego que vagan descalzos pisando las espinas del camino. O serás otro Ángel demente de los que reconocen su par etéreo entre los vericuetos de las cavernas del destino ¡Y todo por un tornillo mal puesto! O una tuerca olvidada…
*¡No es cierto, yo nací así! Hechicera por ti, y Ángel por ese orate divino que nos mira asustado desde su rincón, pensando que, quizás, la fantasía que me heredó pueda ser áspera.
-¿Y ahora dónde vas? ¿No sabes que los martes las niñas no deben usar botas, ni el color verde en los cabellos?
*Algo me dice que alguien que no conozco ni me conoce aguarda ansioso mi llegada, y no quiero ser impuntual. Ambos nos reconoceremos, pues llevaremos un periódico de pasado mañana en la diestra. Viviré una vida con él, y luego vendremos juntos para la cena. Guárdanos unos panes, pues hacer el amor siempre abre el apetito.
“Ella venía de Magdala, y él del otro lado del río. Ni bien se vieron, corrieron a abrazarse… Y fue entonces que hablaron la misma lengua”.
(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)
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