Siempre vienen a visitarme estas criaturas con cabeza de
engranaje. Vienen trayendo sus propios paisajes y con prepotencia reemplazan
los míos. Invaden mis realidades.
En este momento están aquí. Me han sumergido en lo que
sería un sub-suelo cuyo techo es una especie de alfombra, sobre la que existe
un mundo cubierto de maizales y pastizales.
Aquí debajo todo está en penumbras débilmente alteradas
por esa lucecita que se cuela a través del único resquicio, justo sobre el
espacio en que me hallo sentado.
Las criaturas no me hablan, pues carecen de bocas.
Tampoco sé si me miran; no les veo órgano visual alguno. Sobre sus cuerpos de
niño sólo hay esos discos metálicos con los bordes dentados. Vinieron y están
aquí por mí. Los discos sobre sus cuellos siguen minuciosamente la dirección de
todos mis movimientos, como si fueran antenas receptoras de mis signos vitales.
Deseo mirar hacia afuera, a través de la abertura. Intuyo
que allá afuera el aire no está tan enrarecido como aquí dentro ¡Sí! ¡Echaré
una ojeada!
La alfombra-piso cede ante la presión de mis manos, y
ahora puedo ver al detalle el esplendor del exterior, con sus maizales, sus
pastizales y sus ruidos. Es un mundo real, normal, coherente. Sólo la presencia
de ella se manifiesta como un exabrupto; como una figura arbitrariamente pegada
a una realidad a la que parece no pertenecer.
Su desnudez es deliciosamente inquietante. Cada
centímetro de su piel es una incitación a las caricias. Va y viene con paso
lento mostrando la gracilidad de sus piernas; bambolea sus nalgas, y sus labios
no dejan de sonreír. Las criaturas con cabeza de engranaje están agazapadas
tras de mí. Ahora su atención está fijada a los movimientos de ella.
El hada se sentó sobre un montículo, y como por arte de
magia, aparecieron dos avecillas de madera impulsadas por unos motorcitos que
emiten un débil ronroneo, mientras juguetean entre los cabellos de la ninfa.
Yo volteé para mirar la reacción de las criaturas con
cabeza de engranaje, pero estas ya no estaban. Entonces volví mi mirada hacia
el lugar donde yacía el hada, y esta también había desaparecido. La realidad
alternativa en su totalidad, se había esfumado.
Mi realidad ha sido retomada. Mi sillón… yo, los barrotes… el letrero con la palabra "Manicomio" inscrita en el, y la nada como única compañía... hasta que las criaturas con cabeza de engranaje decidan retornar con un nuevo paisaje, a invadir con su prepotencia mis realidades.
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