Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía
Cap. 6 del libro "Delirios del Lirio"
(Derechos de autor, protegidos)
¡Amigo mío, despierta! ¿Quieres soñar lo mismo que estoy
soñando?
¿Ves aquellas luces hiriendo la negrura de esta noche que se
me antoja como antesala de malos presagios? ¿Ves aquella nave que acaba de
descender? Está cargada de jaulas que
contienen seres muy tristes. No alcanzo a verlos con nitidez, pero calculo
varios centenares de ellos. Su tristeza es tan grande que la percibo en el
viento, tienen aroma a miedo y desconcierto.
Ahora sí puedo distinguirlos. Están vestidos de blanco y
llevan un colgajo rojo pendiendo de sus frentes... ¿Los ves? Los que los arrean
son muy diferentes, son los que poseen mandiles amarillos y guantes color
naranja. Parecen no tener sentimientos ni remordimientos. No me equivoco, son
crueles… Esos huelen a muerte.
¿Qué pensarán hacer con todos aquellos seres tan apenados?
Los han separado en grupos, formando filas. Escasamente logro ver sus ojos en
los laterales de sus rostros, no los veo claramente pero percibo que en ellos
no hay lágrimas, sólo desconcierto, soledad y temor, pero todo lo asumen.
“¡Que estupidez más grande! La vida nunca deja de ser una
broma cuyo único objetivo es burlarse de nuestra mísera condición de esqueletos
recubiertos de músculos y huesos. Consigues harta y sabrosa comida cuando ya
eres un viejo al que los médicos le prohibieron comer salado, dulce ni
condimentos; y para rematar, ya no tienes dientes. Si hasta logras tener éxito
luego que mueren tus padres y entonces no hay nadie detrás de ti que pueda
sentirse orgulloso de tu triunfo… Quisiera reírme pero no puedo, esto duele.”
Perdona si me desvié del tema, pero me conoces de sobra;
sabes que soy muy desordenado cuando me sumerjo entre los límites de la
realidad y la fantasía.
Estoy acompañado de ti, soñando despierto, agazapados frente
a un espectáculo de esta magnitud y no podemos compartir la visión pues no eres
más que un osito de peluche azul al que se le cayeron los botones que fungían
de ojitos pero bueno, aunque no puedas ver nada, al menos puedo invitarte a acompañarme a mi sueño… o a mi pesadilla.
¡Dios mío! Los arreadores, los de mandiles amarillos y
guantes color naranja están aporreándoles en la cabeza a los seres tristes de
la primera fila. Uno a uno va cayendo, abatidos por los certeros golpes que
esos desgraciados descargan sobre su nuca.
¡Esto es horrible!
Muchos sangran profusamente por la nariz y la boca, retorciéndose en
interminables estertores; creo que algunos han defecado pues sus traseros,
repentinamente aparecen manchados de una viscosidad gris verdusca.¡
Esto es una barbarie! Mientras sus cuerpos son arrojados en
ese enorme perol lleno de agua hirviente, aún continúan convulsionando. No sé
si pueda soportar permanecer en la expectación de tamaña brutalidad. El agua
hirviente disuelve los ropajes blancos de los agonizantes seres tristes y una
vez completamente desnudos y muertos, son halados por otro grupo, también de
mandiles amarillos y guantes color naranja. Para ello se valen de esos filosos
garfios que parecieran ser la prolongación de sus extremidades, por la habilidad
con que desarrollan su macabra labor.
¡Maldición! Están
despanzurrándolos a la vez que tragan con avidez sus tripas y vísceras para
luego colgar los cadáveres de esas vigas de metal brillante mientras la matanza
continua con los de las filas siguientes. Los seres tristes miran todo pero
ninguno protesta ni se resiste. Pareciera que todos ellos tuvieran untada en el
alma la convicción de que fueron creados con el único propósito de cumplir este
designio ¿O es que Dios, o quien sea que los creó, sólo instaló en sus cerebros
tristeza y desconcierto y ni una pizca de entendimiento?
¡Amigo mío, creo que los de mandil amarillo y guantes color
naranja nos han visto! ¡Están mirando en esta dirección! ¡Están señalando hacia
nosotros! ¡Dios, vienen hacia aquí! ¡Nos han visto! ¡Larguémonos!
¡Maldita sea! Estas ramas y el follaje nos impiden alejarnos
más de prisa. Los muy desgraciados se mueven muy de prisa. Están cada vez más
cerca.
¡OH, Dios! ¿En qué
momento se me cayó Osito azul? Debo volver por él, tengo mucho miedo pero no
puedo dejarlo, es mi inseparable amigo, no puedo dejarlo en manos de esos
carniceros.
La enmarañada vegetación me confunde y no logro ubicar la
ruta por donde vine. Debo hallar pronto a mi amiguito…
¡OH, no! Pobre Osito… Llegué tarde. Lo encontraron esos
asesinos de mandil amarillo y guantes color naranja… También a él lo están
despanzurrando y devoran el relleno de sus entrañas. Se le cayeron los botones
que tenía por ojitos y sin embargo puedo sentir cómo me mira desde el alma al
tiempo que desde su hociquito me lanza
gritos silenciosos pidiéndome que me ponga a salvo -“Vete, huye, mi destino
está escrito pero por favor, déjame marchar en paz sabiendo que estás a salvo”-
No sé si fue mi imaginación, mas les juro que vi ese acuoso
salitre bajar por sus mejillas. No quería abandonarlo pero tampoco negarme a su
pedido. De todos modos, su suerte estaba echada… Hubiera sido inútil intentar
rescatarlo.
Corro, corro…corro sin parar. Me están siguiendo esos
desalmados asesinos. También deben estar ávidos de mis entrañas, creo que me
quieren engullir. No paro de correr, la adrenalina que me genera el pánico me
permite marchar incansablemente buscando alejarme de quienes, imagino, me
persiguen.
Corro, corro…corro sin parar…
Cuando siento que mi corazón y pulmones amenazan con
estallar, voy menguando mi andar, cada vez más lento... más lento… Me pesa el
cuerpo, me pesa el alma… Tengo los brazos caídos y arrastro los pies… No puedo
respirar…me estoy…ahogando… caigo de rodillas y me llevo las manos a la garganta…
Mi conmoción es insoportable… siento una terrible irritación en la garganta…
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Meto los dedos en mi boca y descubro que hay un cuerpo
extraño que se extiende desde mi laringe hasta rozarme la lengua. Lo extraigo
y… ¡Pero si es una pluma blanca! ¡Está empapada con mi saliva! No comprendo
cómo llegó a mi garganta pero ahora me siento mejor, me parece que estoy a
salvo a pesar de que la congoja no me abandona… hui dejando morir solo a Osito
azul; soy un cobarde… si bien yo le escuché decirme que me fuera, que me
pusiera a salvo…no debí hacerlo ¿Qué haré sin mi Osito azul? ¿Cómo continuar el
destino convenido si me falta él?
…Vaya; creo que todo fue una pesadilla…
¿Pero dónde está Osito azul?
¿…Y esta pluma blanca…?
12 comentarios:
Soy afortunada. Esta mañana me levante bajoneada y encontré esta maravillosa historia.
Estimado Oswaldo Mejía tu ficcioso relato retrata la cruel realidad.
Menos mal que de alguna forma llevas a tu osito incorporado a ti, pues es tu parte más frágil y tierna, a la vez que valiente. Todos llevamos algún osito o similar con nosotros. Lo importante, es tenerlo sirmpre como amigo. Muy buen escrito, Oswaldo. Un abrazo
Benjamín Araujo. HERMANO MIO. ESTUVISTE AQUI Y DEJASTE LAS HUELLAS DE TU PASO POR ESTOS MUNDITOS QUE PROPONGO Y SUGIERO. PARA MI FUE UN PLACER SABERTE PASEANDO POR AQUI.
ANA SEGURA MAQUEDA. HERMANA DEL ALMA ME HACE MUCHO BIEN SABER QUE VINISTE, TOMASTE MI MANO, Y JUNTOS PASEAMOS. TE QUIERO MUCHO.
Deborah Guevara. GRACIAS POR ACOMPAÑARME SIEMPRE.
UNA MARAVILLA DE ARTE MI QUERIDO OSWALDO MUCHAS GRACIAS POR MOSTRARNOS TUS MUNDOS.
Erwing Corzo. BIENVENIDO HERMANO. UN PLACER TU VISITA. GRACIAS A TI.
seguro que me gustaría desgranar este pequeño corte que ya por sí solo pudiese sumergir a cualquier persona en un autentico horror, pero siempre que leía, lo que me pasaba era el unugran sentir físico, Seguramente al igual que mi profesión (músico) su fin sea el mismo, y lo cierto es que mi cuerpo no quedo inmóvil según lo leía.
Un bonito placer.
Saludos.
Roberto. hermano mio. mil disculpas por no publicar el cuento completo, pero fue sugerencia de mis editores. gracias por venir.
Gracias por compartir esta historia que trae mas que un recuerdo de aquella vez cuando me la contó.
leonardo paz vargas. GRACIAS POR VENIR HERMANO.
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