Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía
(Derechos de autor, protegidos)
Trotando en su candidez, Florymiel retoza tomada de la mano
del hombre de arcilla, el gigante de andar silencioso, el tierno titán de
mirada triste y sonrisa de niño. Unos pasos y al cobijo de la seta cómplice, él
lame sus graciosas orejitas de asno. El gigante de arcilla, con sus dedos de
pajarillo rasga las sedas con delicadeza, mientras a lo lejos las crisálidas
anuncian el reptar del brutal vendaval. Aullidos, gemidos… la aspersión
humedece la noche.
Por la mañana el globo amigo verá reverdecido su jardincito y
mientras desayunan… los tres reirán.
Soy la semilla que estimula florecer la jungla.
Soy la mano que acaricia el lomo de tus turgencias.
Soy el resplandor que entreabre tus parpados.
Soy quien a tus labios arrancó un “¡Oh!”
Por la tarde, el globo amigo llorará sin cesar. Florymiel y
el gigante de arcilla, con un “ADIOS” que ninguno pudo pronunciar, cruzaron el
umbral… y con sus aullidos y gemidos se fueron a regar otros jardines. El globo
amigo quedó abrazado a su soledad, cantando el recuerdo de un desayuno con tres
risas que nunca más se repetirán.