Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.
Cap. 18 del libro "Delirios del Lirio"
(Derechos de autor, protegidos)
Mientras escuchaba los ruidos parecidos a voces, que
provenían del exterior, hurgaba en su mente buscando una reminiscencia, una
evocación; algún rezago de un pasado… mas no los hallaba. En sus mil vidas,
incontables veces pasó por estos extravíos, pero cada vida trae sus propias
luces y sus propias oscuridades. Sólo una orfandad de recuerdos, copaba su
raciocinio.
Cuando despertó a esta realidad, ya estaba aquí, atrapado
dentro de esta jaula que pende de esa rechinante cadena venida desde allá
arriba. Allá, donde su vista no alcanza a distinguir nada, pues la oscuridad es
más densa y todo lo devora con cada centímetro de lejanía.
-¿Cómo es que llegué
aquí? ¿Qué es este lugar dónde estoy? ¡¿Dónde, dónde?! ¿Cuánto tiempo llevo en
esta jaula? ¿Qué le sucedió a mi cuerpo? ¡No! ¡Esto no es más que una pavorosa
alucinación!… No soy yo ¡No, este monstruo de osamenta cubierta con filosas
escamas color verde! ¿Por qué habría de adoptar la forma de un nauseabundo
reptil con alas? ¡Alas! Tengo alas…¡¡Grandes alas!! Pero… ¿Para qué me sirven dentro de esta jaula?
¡Esta pesadilla es real! Y si es real,
quizás tenga el poder de volar sobre… ¿Sobre qué? Me resultan extraños
estos parajes ¿Y la jaula? ¿Por qué estoy aquí, por qué? Tengo las piernas
entumecidas. Debo llevar una eternidad en esta incómoda posición de cuclillas…
pero esta maldita jaula no me permite variar mi penosa postura. Los barrotes
aprietan mis alas contra mi tórax. Me resulta difícil respirar. ¡Ruidos
extraños y el pánico que no cesan de martillar mi cerebro! ¡Esto debe ser el
infierno! ¿Pero qué culpas o pecados estoy expiando? ¿O es que, simplemente, me
volví loco? …Además del pánico que me provoca estar pendiendo en el vacío desde
esta altura. No quiero mirar hacia abajo, el piso está tan lejos...-
Muy por encima de aquella casi total oscuridad, una débil
luminosidad penetra hiriendo con tenues destellos algunas aristas de las
paredes y los escalones empedrados de una larguísima escalera. Es una luz muy
tímida, casi imperceptible, y de color gélido: pero es suficiente para copar la
atención de un confinado. Se le hace sumamente atractiva. Huele a esas
esperanzas que se anidan en la razón como una
delirante obsesión.
-Debo alcanzarla. Estos barrotes de acero no me lo impedirán…
Dios mío, permite que mis debilitadas manos fuercen los hierros que me recluyen
en este aislamiento desesperante y
cruel.
¡Ahhhhhhhh! Sí puedo,
sí puedo ¡Ahhhhhhh…Ahhhhhhhhhh…Ahhhhhhh! ¡Sí, lo voy a lograr! …Esto está
cediendo…
Los barrotes se rindieron a sus ansias de libertad. Aunque a
duras penas pudo deslizar hacia afuera la poca maniobrable envergadura de sus
alas, pero ya estaba afuera.
Evitando mirar hacia abajo para no ser presa del vértigo y el
pánico, empezó a descender por la cadena, ansioso por alcanzar el piso.
La cadena chirriaba incesante; las manos le ardían por la
fricción. No desvió para nada su mirada hacia abajo, mas sus cálculos le iban
indicando que ya faltaba poco…
-¡El extraño intenta huir! ¡No lo dejen escapar!
¡Atrapadle! ¡ Atrapadleeeeeeeeeeeeeeee!
No pudiendo localizar de quienes, ni de donde provenían las
voces, sólo atinó a soltarse, cayendo y estrellándose pesadamente contra el
empedrado del piso. No era el momento para atender dolencias. De un brinco se
puso de píe, y emprendió veloz carrera hacia el rincón por donde había visto
que ingresaba la mortecina lucecita, pero que su instinto se la pintaba como
una gran esperanza de salida.
-¿Quién grita? ¿Quiénes son esos que vienen hacia mí? ¡Debo
darme prisa! No les veo, pero puedo oír sus respiraciones y sus pasos
apresurados acercándose. Debo alcanzar esa luz. ¡Ah, maravillosa luz que
alimenta la claridad! No importa a dónde me conduzcas mientras me saques de
esta cerrazón…Hacia ti voy…
-¡Centinelas! No dejen escapar al extraño, va hacia las
escaleras ¡Deténganlo!
Conforme avanzaba hacia su objetivo, es paso iba
estrechándose más y más…
-Me ahogo… ¡Dios mío, no consigo respirar!… Mis alas golpean
contra las filosas salientes y aristas de las paredes. Me duele… ¡Duele mucho!
Trozos y jirones de carne ensangrentada le son arrancados en
cada roce, quedando estos pegados a los muros, como señal de su apresurado
paso.
-¡Duele… duele mucho!…
Pero no debo renunciar ¡No lo haré! No importa que mis alas se quiebren, no
importa el fuego quemando mis carnes heridas, no importa lo que de mi quede en
el camino …Debo concentrarme en la luz ¡Sigue, sigue! Ya falta poco… Unos cuantos metros más… …
¡Vamos, vamos!
La luz crece en tamaño e intensidad. Ella es la esperanza, y
está tan cerca
-¡Centinelaaaaas! ¡El extraño está subiendo por las
escaleras! ¡Atrapadleeeeeeeeeeee, que no alcance la ventana!
¡Inútiles! ¡Usen los arcos y flechas!
Correr, correr y saltar al vacío… ¡Ahora! ¡Ahoraaaaaaaaaaaa!
Está parado sobre la base del marco de la ventana, frente al
vacío, paralizado; deleitándose con el aire fresco que penetra por sus
pituitarias invadiendo su ser, cuando siente las manos de sus perseguidores
rozándole los tobillos, entonces salta…
-¡Diosssssssssssss, noooooooooooooo! ¡Mis alas no me
obedecen! ¡Me voy a estrellar! ¡Debo aletear con más fuerzaaaaaaaaa! ¡Eso, eso!
Lo estoy logrando…
Rapidamente, aunque sus alas se manifiestan torpes, van
estabilizando su caída hasta convertirla en flotación.
-¡Quince monedas al arquero que lo derribe! ¡ Yaaaaaaaaaaaa!
-¡Lo logré! Estoy volando, puedo planear… maravillosa
sensación… ¡Soy un ángel! ¡Sí, eso soy!
-¡Disparen malditos! ¿O quieren probar de mi ira?
-¡Oh, Noooooooo! Ajjjjjjjjj
¿Qué es esto que me quema el pecho? ¡Maldición! Me han da…do… Ahhhhhhhhhhh…
La caída libre. El cuerpo precipitándose en tirabuzón, y la
desesperante sensación de las vísceras apretando el pecho y amenazando con
salír expelidas por la boca. Crispa los dedos de las manos en un vano intento
por sujetarse a algo…
-¡Está cayendo el extraño! ¡Le di en medio del pecho!
Je je je… Menudo porrazo que se ha dado.
Lo último que sintió, fue el sabor salado del fango, mezclado
con su sangre, cubriéndole la lengua e invadiéndole la boca toda…
-Lo que tenías que pasar ya concluyó.
-Pero… ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí? Lo
último que recuerdo, es retorciéndome en el lodo… y luego, como me fui
sumergiendo en la oscuridad.
*-Soy Magdalena… Eva; la mujer de los mil rostros, y los mil
nombres, que siempre estuvo a tu lado desde tus sueños. Soy quien venía a tus
fantasías, con las alas blancas que pintaste para mí, y con estas ojeras color
promesa que fueron tu inspiración durante tus mil vidas.
Yo rescaté tu cuerpo del fango Arq-ángel. Fui enviada para
cuidarte y proteger tu misión, aunque en ello se fuera mi propia vida… Ahora
debo irme, tengo una deuda que saldar. Esa Señora de túnica que ves allá,
reclama por mi…
Yo soy el precio por el que ella te ha dejado vivir. Ese fue
el trato y debo cumplir…¡Adios!
-¡Nooooooooooooooooooooooo!