Llévame hacia esos lugares que dices, esos donde las flores
son pintadas con lápices de colores y sus aromas provienen del aliento de bocas
de miel y labios entreabiertos. Llévame allá, donde los faunos voyeristas
atisban las caricias que prodigan las manos ansiosas; quiero ver esos dos soles
que dan doble alegría a los pliegues de las pieles desnudas.
¿Podrías preparar sopa con esas piedrecillas azulinas que hay
por doquier? ¿O sólo quieres que nos llenemos de viento y tiempo? Alguien me
dijo que es bueno para exfoliar el alma…
Llévame a esos lugares que dices, donde las frutas tienen
alitas de sedas y tules que vienen hacia tus manos adiestrándote para que me
acaricies cuando estoy en celo. Llévame allá donde la noche cómplice permite el
tanteo de tu estremecimiento; quiero correr desbocado por entre tu vientre,
hurgando el cóncavo de tu cordura que tu deseo me ha de ofrecer.
¿Acaso piensas que si nos vestimos de ilusión nos importará
el que nadie nos mire? ¿O crees que por cantar desafinado dejen las estrellas
de brillar? Vine por un mimo y me quedé en ti.
Llévame hacia esos lugares que dices.
Llévame hacia allá.
Si ves que no camino de prisa, lleva a mi mente a pasear…