domingo, 6 de marzo de 2022

UNO INDIVISIBLE


Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

Cap. 16 del libro "Delirios del Lirio"

(Derechos de autor, protegidos)




Nuestros diseñadores vinieron de arriba, de algún lugar del vasto Cielo. Muy lejos de ser Dioses, llegaron como portadores de la consigna de hacer de nosotros herramientas y mano de obra incondicional, que debía realizar las tareas consideradas por ellos como indignas para su investidura auto proclamada y auto conferida.

Así nos fueron escogiendo y seleccionando de entre las demás especies que de manera natural retozábamos en este trozo del universo.  Con paciencia y pericia de cirujanos nos fueron dotando de habilidades y capacidades calculadas, las cuales serían útiles a sus propósitos. Seriamos el esclavo perfecto. El que nunca reclama, pues tendríamos instalado el reflejo de que nacimos para servirles.

Forzando nuestra corriente evolutiva, nos donaron parte de su información genética, la cual nos inocularon como un paquete completo: Con habilidades, virtudes, defectos, deficiencias, y también sus intrínsecas taras.

**-¡Levántense! ¡Caminen! ¡Deténganse!

Esas ordenes eran constantes y recurrentes en el transcurso de nuestras agotadoras y repetitivas jornadas. “Los Comunes”, que era como nos llamaban Los Venidos de arriba, éramos atados por nuestros cuellos y arreados hacia los socavones en las entrañas de este mundo delirante. Allí se nos obligaba a extraer los trozos del metal dorado, tan apreciado por ellos…

El oro, el metal conductor por excelencia, es el más escaso y esquivo en el universo, pues debido a su peso, en el origen de los mundos, cuando estos eran masas líquidas e incandescente, se hundió refugiándose en los núcleos centrales de los planetas. En sus superficies quedó poco o nada del dorado metal nativo. El que se puede hallar y extraer de su superficie, es oro foráneo, producto de mundos, soles y estrellas que por su vejez explotan lanzando al espacio sus restos y escombros que caen en forma de aerolitos y meteoritos sobre los planetas que ya enfriaron parcialmente y solidificaron su cascaron exterior.

Entonces, la gran finalidad de re diseñarnos había sido la esclavitud; el empleo de nuestra fuerza física como herramienta desechable y fácilmente reemplazable. Quienes sucumbían en las faenas eran arrimados a un lado, e inmediatamente otros ocupaban el lugar de los caídos.

Yo estuve allí desde el inicio… He sido testigo en primera línea de todo lo ocurrido. Yo camine de la mano de esos patéticos remedos de Dioses. Quién sabe porque motivo, ellos me dieron un trato especial, me protegieron y me preservaron.

Demás estaría intentar convencer a los escépticos de que no soy un demente delirante que simplemente imaginó o soñó esta epopeya.

Cuando por defecto se dieron las desavenencias por lucha de poderes entre estos autoproclamados Dioses regentes, Los Comunes recibimos la dadiva del libre albedrio, mas esta no fue gratuita. Nos instalaron el discernimiento, pues debíamos luchar y guerrear por los intereses y convicciones del bando que se apoderara de nosotros…y para ello debíamos estar dotados de la capacidad de tomar decisiones mínimas.

Nos obligaron a enfrentarnos Comunes contra Comunes, en una guerra cruenta y completamente ajena a nuestra especie, pero determinante para la consecución de supremacía de alguno de los bandos de los Venidos del Cielo.

Vi morir como moscas a mis hermanos de especie en defensa de sus dueños de turno. Ni siquiera les dotaron de uniformes de lucha, sólo les pintaron los cuerpos desnudos, a unos con arcilla rojiza, y al bando contendor con arcilla gris.

Arriba, los Auto proclamados Dioses se enfrentaban desde naves similares a enormes platos flotantes que escupían fuego dejando estelas como marcas temporales arañando el cielo. Abajo, mis hermanos Los Comunes se trenzaban en encarnizadas batallas cuerpo a cuerpo, arrojándose piedras y palos en defensa de territorios y puntos clave que ni siquiera estaban destinados a pertenecerles. Sobre sus cabezas, los platos flotantes no cesaban de dispararse unos a otros, y ocasionalmente, desde sus vientres descargaban huevos de color negro, los cuales al estrellarse contra el suelo explotaban causando intensos efectos infernales, que chamuscaban y desintegraban a Los Comunes, diezmando así a mi especie.

Cuando cesaron las hostilidades, los pocos que quedamos sobre este trozo de mundo, no vimos ni vencedores ni vencidos, sólo quedo desolación y muerte entre mis hermanos…Y de los Venidos del Cielo no supimos más…

Había llegado el tiempo de reconstruir nuestro hábitat. Volver a hacer de la nada un mundo que nos cobije. Ardua labor, un trabajo titánico que debíamos empezar, pero sin la presencia de Dioses…Sólo con el recuerdo de su legado.

Empezamos la reconstrucción con nuestras manos desnudas. Poco a poco fuimos desarrollando técnicas y tecnologías que nos iban permitiendo avanzar la tarea con más eficiencia y rapidez. Lamentablemente nuestra esencia genética, alterada por los Venidos del Cielo. Junto a su ADN. que nos proporcionó inteligencia y habilidad, también nos trasplantaron su egoísmo y su codicia desmedida. Los Comunes igualmente habíamos desarrollado el afán de explotar el esfuerzo físico y mental ajeno. El ansia de generar servidumbre también estaba latente en nosotros.

Aparecieron las clases sociales, las castas de poder; el enriquecimiento de pocos y la miseria de muchos.

Por alguna extraña razón, mi envejecimiento se había estancado. Quizás adrede o quizás por error, Los Venidos del Cielo negaron a mis células el deterioro que debería reclamar el paso del tiempo. Esa característica me mantuvo en un plano analítico. Mi terca estadía en este mundo me permitió acumular conocimiento, y quizás algo de sabiduría. Eso les dio un brillo diferente a mis ojos. Mis hermanos de especie, tanto los poderosos como los miserables, cuando por azar se topaban conmigo, se sentían, algunas veces fascinados, otras veces atemorizados por mi mirada, ello me procuró un estigma de misterio e invulnerabilidad.

Mi constante migrar fue determinante para que nadie supiera o sospechara jamás de mi inmunidad al paso del tiempo. Viví mil vidas, y en ninguna envejecí ni morí… Siempre observador, siempre necesario y oportuno… Siempre un tanto ajeno…

Infinidad de veces mis sentidos han percibido, visto, olfateado y escuchado guerras y gritos de libertad contra el yugo de tiranos y opresores, mas, a desdén de esas innumerables contiendas, poco o nada ha variado. Cambian los contextos, los actores y los escenarios, pero la situación es repetitiva; un círculo vicioso, como si la vida de Los Comunes, que hoy preferimos llamarnos humanos, cayera en un bucle sin fin.

La automatización llegó como respuesta ante la búsqueda de alternativas a los reclamos y el descontento de las masas destinadas a proveer el esfuerzo físico necesario para el desarrollo y crecimiento económico de unos cuantos.

Las castas de poder, lejos de hacer inclusión de sus trabajadores en la repartición de sus ganancias, optaron por elaborar complicadas piezas de metal, y con ellas fueron dando forma a brazos y piernas que iban implementando con animación artificial cada vez más compleja, tratando de imitar articulaciones y movimientos similares a los nuestros. De esa manera fueron reemplazando y prescindiendo de su servidumbre humana. Ya nadie recordaba los inicios de esta epopeya; ese punto en el cual, una vez, juntos, emprendimos la reconstrucción de este mundo, apenas con nuestras manos desnudas como herramientas, y con el sueño de una vida en armónica convivencia.

Las clases trabajadoras se vieron paulatina y sistemáticamente reemplazadas por las que inicialmente fueron llamadas máquinas. Estas sufrían una evolución cada vez más acelerada. Sus acciones y funciones alcanzaban niveles de sofisticación realmente alucinantes. Esos armatostes podían realizar los movimientos más complejos con inusitada precisión y con la fuerza equivalente a la de muchísimos hombres. Las máquinas habían desplazado a la fuerza física que alguna vez fue el preciado aporte de los humanos. Ahora sólo bastaba la acción de unos cuantos individuos encargándose de enviar órdenes a distancia a las marañas de brazos y piernas mecánicas. Cuando lograron dotar a estas máquinas con ciertas inteligencias artificiales, entonces se las denominó Bots.

Mientras, afuera, legiones de humanos desocupados, hambrientos y desesperados no lograban entender para qué se producía tanto, si eran tan pocos los que tenían el acceso para adquirir y consumir lo producido.

A la par con estos gigantescos avances tecnológicos en la automatización de la producción, los estudios sobre manipulación de nuestra esencia, habían avanzado a pasos agigantados. Los eruditos le llamaban medicina, y en sus albores tenía como finalidad aliviar los dolores físicos, pero poco a poco fue haciéndose más y más invasiva, hasta llegar a reemplazar órganos…y porqué no, también tuvieron el atrevimiento de experimentar a re diseñarnos. De manera subrepticia, equipos de humanos altamente especializados empezaron a manipular nuestras conexiones internas, nuestros pensamientos, nuestras percepciones…nuestros sueños. A la postre, los Señores del Poder hicieron de estas prácticas, operaciones legales cuyo monopolio de licencia les pertenecía exclusivamente a ellos.

La hibridación entre máquina y humano se hizo común. Así conseguían fuerza y potencia, y a la vez autonomía utilitaria. Los órganos humanos que generaban el pensamiento eran cercenados, y luego insertados en cuerpos metálicos. El resultado fue lo que ellos llamaron Cyborgs: Maquinas dotadas de un cerebro humano, autónomo e inteligente, o cerebros humanos inteligentes dotados de cuerpos metálicos virtualmente indestructibles.

Para la conversión a Cyborg, escogían a las mentes humanas más brillantes. Algo de eso debía tener yo. Pues un día me durmieron, y al despertar era esto: Un cúmulo de ideas, recuerdos y conocimiento atrapados en un cuerpo de metal, al cual podía gobernar a mi antojo, pero siempre al servicio de los Grandes Señores.

Nuestra misión heredada de los Venidos del Cielo se estaba consolidando en una realidad, el Ente Perfecto, inteligente y de cuerpo casi indestructible…Y con capacidad para replicarnos, y hacer de cada replica posterior, un ser mejorado con respecto a su antecesor.

Ahora estábamos listos para emprender el viaje de retorno al cielo, llevando con nosotros la semilla de aquellos que una vez vinieron del Cielo y empezaron este juego de creerse Dioses…

Los Comunes, mis hermanos que luego pasaron a llamarse humanos casi se habían extinguido, ellos quedaron atrás…quizás volverían a repetir el ciclo y nuevamente intentarían repoblar este mundo, que nosotros Los Cyborgs, junto a nuestros patrones, los Poderosos Señores, estábamos prontos a abandonar.

Antes de nuestra partida, una estela de plumas blancas marcó los pasos de mi rumbo hacia la nave que nos llevaría hacia los cielos…

Aquí concluyo mi narrativa, pues lo que continúa es una historia que ya no pertenece a este lugar…

Continúa...





(Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 57 cms. Precio $.600 dólares americanos)




9 comentarios:

  1. BENJAMÍN ADOLFO ARAUJO MONDRAGÓN.

    ¡Genial, como siempre, estimado Oswaldo...!

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  2. Es la primera vez que leo tus escritos y me cautivo desde el inicio,sigue así vas por buen camino. :D

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  3. Benjamín Adolfo Araujo Mondragón. MUCHAS GRACIAS HERMANO MIO.

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  4. Wow así es como sea determinado la evolución del.der humano y a cusnto tuempo estaremos para llegar a es es punto ya habrá pasado la singularidad la consciencia de las máquinas o los transhumanistas que su propósito es que los cybórgs sean una realidad me ha encantado este capítulo desde la teoría de los animal o hasta la conversión del humano a máquinas gracias amigo

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    1. Una recreación desde el genesis hasta la partida de la semilla humana hacia los cielos. Gracias amigo por venir, mirar y leer.

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  5. Jose Manuel Jiménez Angeles26 de marzo de 2024, 15:35

    Me gustaría que escucharas a Juan Cirerol, Juan de Jerusalén "el templario", y con tu arte de letras escribieras "UNO CONTRA EL MUNDO", 😅 tal vez estoy pidiendo demasiado jejeje, pero ya no me queda más tiempo.

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